Por: Francesca Emanuele
Hacer que los delincuentes se pudran en la cárcel. Mejor dicho, acumular las penas, como lo plantea el recientemente electo presidente Pedro Pablo Kuczynski, no disminuirá la criminalidad. Así lo señalan numerosos estudios a nivel mundial, entre ellos el último informe del Consejo Nacional de Investigación sobre Encarcelamiento Masivo en EE.UU. La eficacia de las penas está en su certeza, en que verdaderamente se arreste a los delincuentes, no en encarcelarlos por más años porque los delincuentes operan sobre el optimista supuesto de que no serán detenidos.
Ya en los últimos 5 años, el número de reclusos se ha incrementado en casi un 40% y las prisiones en la actualidad tienen un 124% de sobrepoblación carcelaria. Otra medida del plan de gobierno de PPK es la reducción “del peso relativo de las personas privadas de libertad a través del uso de los grilletes electrónicos” para faltas menores. En efecto, esto aliviaría el hacinamiento en las cárceles. Por último, la reforma del sistema penitenciario del exministro pasa un programa que “permitirá que los internos generen sus propios recursos económicos para autosostenerse” y “que no sigan viviendo del ocio”, versa literalmente el plan.
Como buen hombre de negocios, PPK aborda el tema carcelario desde una perspectiva economicista que principalmente beneficiaría a las empresas contratistas que dotarían al Gobierno peruano de los grilletes y de la gestión de los programas de trabajo forzado que se busca implementar. De lo que el señor Kuczynski nos está hablando, por si aún no nos hemos dado cuenta, es de la inminente reforma del sistema penitenciario peruano, convirtiéndolo en uno privado o semiprivatizado.
El error de estos planteamientos es que obvian el propósito fundamental de las prisiones: el ser espacios de rehabilitación. Los riesgos de estas propuestas son que precisamente producen un incremento masivo de la población carcelaria en tanto que un reo se convierte en un trabajador gratuito para la empresa privada. Se crea una industria que incluso se beneficia del crimen. Y para muestra, tenemos a los Estados Unidos, que, desde que inició la proliferación de las cárceles privadas, se ha convertido en el país con mayor población tras las rejas del mundo. Es tanta que supera a la de sus propios estudiantes.
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