Por: Juan Carlos Tafur
La última elección ha consagrado a agrupaciones como Fuerza Popular, Peruanos por el Kambio, Frente Amplio o Alianza para el Progreso, en desmedro del APRA, el PPC, Acción Popular (el desempeño del partido de Paseo Colón se debe más a la figura de su candidato presidencial que a un reconocimiento institucional).
La fórmula consistente en establecer jerarquías indiscutibles, y cuadros recolectados en base a sus propios liderazgos o a alianzas secundarias con movimientos locales, ha demostrado ser muy exitosa en un país como el Perú.
Va a ser muy complicado por ello que los partidos dominantes en el Congreso –los denominados neopartidos– se allanen a llevar a cabo la reforma política. Difícilmente, los grandes beneficiarios del statu quo van a mover un dedo para cambiarlo.
Habrá que estar atento a ver si el fujimorismo y el pepekausismo se animan a emprender esa reforma. Ahora que tanto se discute su poca o mucha capacidad de cooperación, sería terrible que en el propósito de no emprender los cambios políticos señalados se pongan de acuerdo.
Es hora de que se unan la academia y la política, y se entienda que debe pensarse una estructura institucional capaz de aportar algo de estabilidad y consistencia a la representación partidaria y, por ende, a la expresión electoral.
Quizás la única forma de que los partidos tradicionales enfrenten la embestida de los neopartidos pase por abrir la cancha y hacer de la democracia interna no un adorno epidérmico, sino un acto de constitución que torne poroso al partido y lo reconecte con la ciudadanía.
Ello habrá que discutirlo, pero de lo que no cabe duda es de lo urgente que es reformar el actual estado de cosas si no queremos ser víctimas prontas de un autoritarismo encaramado sobre los escombros de los partidos.
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