Por: Juan Carlos Tafur
La única manera de construir el Estado, que la inmensa mayoría del país reclama y cuya demanda se ha expresado en la votación de ambas vueltas, pasa porque desde el gobierno Pedro Pablo Kuczynski logre conciliar el avance de las reformas económicas junto al fortalecimiento de la institucionalidad democrática.
PPK ha recibido dos mandatos. El 10 de abril el pueblo sancionó negativamente la transición, aunque decidió mantener el modelo económico. El 5 de junio resintió la posibilidad de un reverdecer autoritario.
Ambas votaciones marcan el derrotero programático de su gobierno. Pero ninguno de los mandatos se podrá resguardar si no se emprende de un modo profundo la reforma del Estado.
Si a los sectores altos y medios los resiente la ineficacia en buena parte de las acciones que inician con el Estado, se entenderá el grado de sublevación que puede generar en los sectores populares.
Cuando el familiar se muere por falta de atención en el hospital, o la enfermedad se agrava porque no hay medicamentos, cuando el policía no nos protege del delincuente, cuando nuestros hijos son estafados con una falsa e inexistente educación pública, cuando todo eso ocurre a diario y nadie responde por ello, la cólera se convierte en el sentimiento dominante.
Ese hartazgo se ha expresado en la votación de la izquierda y también en la mayoría del electorado fujimorista, harto de una transición protocolar que no lo ha beneficiado en lo más esencial del quehacer cívico, como es el funcionamiento básico del Estado, como ente facilitador de una sociedad moderna.
Si a PPK la banda presidencial lo empodera, enhorabuena. Si le cubre los ojos y lo torna ciego frente a estas demandas, su ascenso al poder puede llegar a ser tan precario que resulte nefasto.
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