En momentos en que el fujimorismo no puede ocultar su despecho y se niega a aceptar su derrota, cabe ofrendarle un premio consuelo, que aliviará sus penas: Keiko Fujimori ganó en Japón y Chile.
En Japón, esa victoria fue rotunda: 82.121 por ciento (79.259 votos), frente a un ridículo 18 por ciento de Pedro Pablo Kuczynski (17.256 votos). ¡Qué diferencia con el resultado que obtuvo Alberto Fujimori cuando, tras renunciar por fax a la presidencia del Perú y refugiarse en Japón, candidateó, como ciudadano japonés, por una curul en la Dieta nipona!
También en Chile le fue bien a la señora. Logró ahí 55 por ciento de los votos, contra 45 de PPK.
Durante días los activistas de Keiko pidieron que se esperara el cómputo de los votos de peruanos en el exterior. Creían que en esa área iban a ganar. La verdad es que PPK se impuso de lejos en Alemania (80 por ciento); en España, con 57 por ciento contra 42; en Gran Bretaña, con 72 por ciento contra 27.
En los Estados Unidos, PPK se impuso por amplio margen: 46.428 votos contra 33.896 de Keiko.
En suma, la votación en el exterior no dio a Keiko la satisfacción que esperaba. Después de esas ilusiones perdidas, el fujimorismo quiso consolarse con actas de provincias alejadas. También en este caso sufrió una decepción. Ahora, tras el naufragio general, quiere aferrarse a unas cuantas ánforas, que de ninguna manera alterarían el resultado total.
El triunfo de PPK, por ajustado que sea, lo convierte en el nuevo Presidente de la República. Políticos, analistas, encuestadores, están de acuerdo al respecto. Algunos gobernantes extranjeros han iniciado ya reconocimiento oficial. Alfredo Torres, director de la encuestadora Ipsos, acaba de declarar: “Creo que podemos decir que el triunfo de PPK es definitivo”.
El menguado intento de empañar ese resultado, lo único que va a lograr es desacreditar aún más a un partido cuyo sentido maniobrero y calumniador lo había colocado en la pendiente el día de las elecciones. Su intento de desconocer la derrota les empuja no solo a la pataleta del día después, sino que acentúa su descrédito.
Los fujimoristas aparecen en la televisión llamando a la calma y la serenidad. Señal de que ellos carecen de ambas. Sería bueno que se convencieran de que nada hay más terco que los hechos, y que si tuvieron casi la mitad de los votos, hay una mayoría razonable, que, por serlo va a continuar su crecimiento.
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