martes, 30 de julio de 2013

Mirko Lauer

La gran continuación

Tanto Alan García como Alejandro Toledo han criticado partes del mensaje a la Nación de Ollanta Humala. Hacen mal, pues en ese discurso Humala tácitamente se presenta como continuador de sus gobiernos: el administrador de un esquema que funcionó, y que él está empeñado en mantener funcionando contra viento y marea.
Las cifras de estos dos años son buenas, y en ello se parecen a las del decenio que las precede. No hay magia que las haya proyectado más allá de lo esperable, ni traspié que las haya vuelto realmente preocupantes. Los méritos en lo que va de su gestión son reales, pero en cierto modo compartidos con el esquema estatal que recibió, y aceptó.
¿Diferencias? Humala se percibe y se presenta como un presidente distinto en cuanto corre riesgos reformadores. Cierto, pero a medias. En la educación al menos sus dos predecesores dieron batallas. Solo que Toledo truncó sus propios avances. García asumió fuertes costos políticos por imponer valores y principios que ahora son de uso común.
Evidentemente el mensaje de un presidente no persigue la identificación con colegas que siguen en la cancha política. Pero los recursos para diferenciarse no son muchos. Al final la mejor opción es ignorar lo recibido. García lo practicó con Toledo. Humala lo hace con ambos. Quizás eso termina siendo lo más práctico, una mezquindad venial.
La acumulación de datos económicos positivos es de rigor, y ha sonado redundante en cuanto son cuestiones del debate diario. Pero cuando el N°1 de la Confiep saluda que Humala no haya incurrido en temas polémicos, candorosamente revela la entraña del mensaje: hay un complicado viento de fronda en el ambiente, y Humala no está con ganas de enfrentarlo.
Polemizar. Humala hubiera podido dirigirse a las protestas de este momento en el Perú. Hubiera podido decir algo más sobre la crisis del Congreso que su frase sin contexto sobre la rectificación producida. Hubiera podido compartir sus ideas para el tercer año, más allá del remoquete de la inclusión.

 El balance es un discurso centrado en lo positivo, que elude los temas conflictivos, se refugia en lo administrativo. El titular del MEF hubiera podido pronunciarlo, y probablemente es quien ha aportado buena parte del tono y del contenido. Hay que agradecer que nos hayan ahorrado las clásicas, interminables informaciones sectoriales.
No solo no hay sorpresas en el mensaje, como ya le han dicho, sino también el anuncio de que el tercer año tampoco traerá sorpresas, hasta donde Humala pueda evitarlo. Es reconfortante advertir que el presidente está seguro de sí mismo, y que no haya sucumbido a la tentación pendenciera de usar el mensaje para ventilar sus conflictos.

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