domingo, 22 de enero de 2017

OPINIÓN | Jorge Yui: funcionarios libres de sospecha de corrupción

no corrupcion
Por Jorge Yui
Además, del sentimiento de impo­tencia y fatalismo que se cierne sobrela sociedadengeneral, otro de los efectos devastadores del escándalo Odebrecht es la desconfianza generalizada ante los políticos y los altos funcionarios del Estado. Los ciudadanos de a pie, dentro de algunos meses nue­vamente electores, escucharán y leerán propuestas de obras públicas con justifi­cado recelo, sabiendo que detrás de ellas potencialmente se disimulan nuevas ra­piñas y corruptelas organizadas.
Los mecanismos que hacen posible en­cubrir la corrupción son de una perversa sofisticación y van más allá de nuestras fronteras. Los protagonistas de la corrup­ción están protegidos por las mismas le­yes que salvaguardan nuestros derechos individuales y nuestra privacidad, hacien­do prácticamente imposible descubrir a los beneficiarios finales de los cohechos, sobornos y otras malversaciones del era­rio nacional.
Uno de los artificios más comúnmen­te utilizado por estos criminales de cue­llo blanco es la utilización de familiares y terceras personas para recibir, lavar y usufructuar los beneficios de sus fecho­rías. Las autoridades de supervisión ban­caria a nivel mundial intentan contrarres­tar este mecanismo a través de controles y reportes que, sin ser inútiles, no pare­cen ser tan efectivos. En el Perú, la Super­intendencia de Banca y Seguros lleva a cabo una loable actividad de regulación y control. Sin embargo, el respeto a las le­yes vigentes dificulta un control más sutil que tal vez podría prevenir casos de co­rrupción de la dimensión de Odebrecht.
En esta situación se presenta una enor­me oportunidad para los políticos y fun­cionarios honrados. Por qué no imaginar una “Asociación Nacional de Funcionarios y Políticos Íntegros” dispuestos a some­terse voluntariamente a un proceso de control y escrutinio, actualmente imposi­ble debido a los límites que impone la ley. En esta asociación, cada político y funcio­nario voluntariamente registraría no sólo sus datos personales, sino que invitaría a sus familiares y asociados profesionales para conformar una mega base de datos de “Personas sin miedo a la sospecha” que podría ser utilizada por todas las entida­des bancarias a nivel nacional e interna­cional. También esta asociación de auto­control podría registrar todas las compras y adquisiciones de bienes de un determi­nado valor y que podrían, en un contexto de investigación, despertar suspicacias.
No hay duda de que pertenecer a esta hipotética y fantástica asociación deman­daría a sus miembros una formidable voca­ción civil y espíritu de sacrificio. A cambio otorgaría a sus integrantes el espaldara­zo moral de saberse “sin miedo a la sospe­cha”: ignominia de la que, desgraciadamen­te, ningún funcionario o político peruano parece estar libre en estos momentos.

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