Keiko Fujimori cree, como creía su padre, que el remedio contra el delito o el terrorismo es la represión: el asesinato, la tortura, la cárcel o la desaparición (caso de estudiantes y un profesor de La Cantuta). Ya sabemos que esa estrategia fracasó.
Ahora, la candidata de Fuerza Popular, insiste en sacar a las Fuerzas Armadas de sus cuarteles para convertirlas en custodias de instituciones públicas. La metamorfosis del soldado en policía.
Esa propuesta es contraria a La Constitución, que delimita con claridad las funciones de la Policía y de las Fuerzas Armadas.
La señora Fujimori tiene ya programada esas acciones que darían nuevas funciones a los militares y les dificultaría el cumplimiento de sus deberes en la defensa nacional.
Esto coincidiría con el plan de Washington, denunciado hace años, de sacar a las fuerzas castrenses del Perú y de otros países latinoamericanos –con exclusión de Chile– de su papel y su fuerza. Los casos del coronel Jacobo Arbenz en Guatemala, de Omar Torrijos en Panamá, de Juan Velasco en el Perú, sacaron del quicio al Pentágono.
Pero la señora Fujimori tiene ya asignadas las nuevas misiones de los institutos armados. En una reunión con las juntas vecinales de 20 distritos de Lima y Callao ha expuesto su esquema:
“Hay que convocar las Fuerzas Armadas. No hay que tener miedo de tomar decisiones. Vamos a convocarlas para que cuiden instituciones públicas. Por ejemplo, la Marina de Guerra se puede encargar del puerto del Callao y todos los puertos del litoral. La Fuerza Aérea puede ayudarnos con la seguridad de los aeropuertos”.
Involucrar a los militares en tareas policiales los expone a conflictos y violencia. Ya Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos emplearon a fondo esa suplantación, con la complicidad de altos mandos como el general Nicolás Hermoza Ríos. Lo que consiguieron es desprestigiar a los militares, manchar con sangre sus uniformes y mancillar su honor por la complicidad con el narcotráfico. Jóvenes soldados fueron conducidos a una guerra para la cual no habían sido preparados y cuyo sentido desconocían.
Los métodos violentos no acabaron con Sendero. A Sendero lo derrotaron la resistencia campesina, la izquierda auténtica y los servicios pacíficos de la inteligencia policial. Fujimori y sus valedores no participaron de ese esfuerzo.
El dictador estaba dedicado a la pesca cuando Abimael Guzmán fue capturado por la policía en un barrio residencial, muy lejos de la guerra popular del campo a la ciudad que preconizaba.
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