Por: Juan Carlos Tafur
A la irresuelta crisis económica mundial y a la inmensa magnitud de reformas por emprender, se suma una gran precariedad partidaria, tríada que echa sombras sobre la posibilidad de que los siguientes cinco años el Perú pueda romper la inercia.
Si Keiko Fujimori cree que bastan políticas asistenciales masivas o si Pedro Pablo Kuczynski confía en que relativos niveles de concertación política lo ayudarán a gobernar, se equivocan.
Los principales cuatro movimientos políticos son hoy cortados por la misma tijera: relativamente informales, aglomeraciones de personas y movimientos, liderazgo caudillista (en menor medida en el Frente Amplio), y no obstante ello se asoman a responsabilidades gubernativas.
Por debajo del fuego cruzado que signa esta campaña, hay dos desplazamientos geológico-partidarios que es bueno advertir, porque marcarán, sin duda, el escenario político post segunda vuelta.
Mientras los exitosos neo partidos (Fuerza Popular, Peruanos por el Kambio, Frente Amplio y Alianza para el Progreso) serán los que predominen, por su caudal de votos y por su representación parlamentaria, los denominados clásicos o tradicionales (básicamente el Apra, PPC y Acción Popular) verán cuesta arriba la posibilidad de ser protagónicos.
A tal manera de constituirse deben sus éxitos, aunque también sus problemas. Hoy mismo, en esta segunda vuelta, vemos cómo aparecen incertidumbres características de agrupaciones con lealtades movedizas.
Cualquiera de los dos candidatos que gane va a tener frente a sí un obstáculo grueso. Ni siquiera Alan García pudo resistir el embate de la informalidad y terminó su régimen cargado de un enorme deterioro (tal como les sucedió a Toledo y Humala).
Antes de celebrar el triunfo de uno u otro, el país debe empezar de inmediato a reflexionar sobre la enorme responsabilidad que toca asumir. Las tareas de gobierno empezarán el 6 de junio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario