Responder a esta pregunta precisa recordar que los dos aspirantes que llegan a la segunda vuelta compitieron contra 17 candidatos.
Los hubo de todo tipo. Desde millonarios hasta ex presidentes, pasando por activistas, presos, insignes desconocidos con financiamiento mágico y figurones políticos. También se dieron diversas poses de campaña. Tuvimos candidatos sabihondos, aguerridos, novedosos, chamberos, exquisitos, globales y experimentados.
Con los programas de gobierno, la cosa fue sugestiva. Algunos nunca informaron con quiénes estaban preparando sus propuestas. Está bien, no tenemos partidos políticos sólidos, pero eso de confiar ciegamente en el juicio económico de ciertos congresistas rompió todos los registros. Tan improvisada fue la cosa que muchos equipos fueron presentados a pocos días de la elección.
Pero el apuro furibundo de los candidatos –con contadísimas excepciones– no solo se reflejó en el fundado pudor para mostrarnos a sus equipos de trabajo. Se reflejó también en los planes de gobierno, usualmente incompletos e improvisados.
Estos planes resultaron de lo más llamativos. No es cierto que hubo a grandes rasgos dos programas para elegir. Fueron 19: documentos de izquierda moderada y trasnochada (Barnechea, Urresti o Simon), panfletos chavistas desenfadados (Mendoza, Castillo, Santos o Cerrón), planes correctos pero algo indefinidos (Fujimori, Kuczynski, Toledo, etc.) y algunos inexistentes (no porque no hayan sido presentados, sino porque no existían como referente serio de gobierno).
Electoralmente hablando, a casi nadie le interesó qué decían los planes de gobierno. De hecho, eran desechables. Durante la primera vuelta, los candidatos reculaban sin discreción en cada tema álgido. Los chavistas y los difusos se ofendían cuando así se les llamaba. Nadie era nada y todo se cambiaba.
El elector masivo lo comprendió y votó –otra vez– por amor o miedo. Es cierto, algunos candidatos eran de terror.
Entre todas estas opciones, en medio de inhabilitaciones, acusaciones, retiradas deshonrosas y papelones, llegaron Fujimori y Kuczynski. Ahora que la mayoría descartó a los descartables, servirá de poco darle mucho peso a los planes de gobierno en segunda vuelta. Ambos candidatos ofrecerán lo que sea por ganar votos.
Lamento decepcionarlo, pero esta vez la pregunta la responderá usted.
Fríamente, las cifras sugieren que quien sea elegido terminará reparando los estropicios económicos de los Humala durante dos o tres años. Sin embargo, la desesperación por obtener votos puede ser mala consejera y usted se deberá cuidar de no elegir a quien eleve su oferta de barbaridades o se hipoteque por los votos de un chavismo, de pobre arraigo popular, pero muy pretencioso.
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