lunes, 1 de febrero de 2016

CESAR ACUÑA: ¡Sin vergüenza!

¡Sin vergüenza!, la columna de Diana Seminario

Diana Seminario

Estamos a tres meses de la contienda y Acuña sigue en campaña como si nada pasara, porque está seguro de que nada le pasará

El último escándalo de inmoralidad que involucra a Acuña: el plagio de su tesis doctoral, no ha hecho más que confirmar la catadura de su candidatura. Más allá de las implicancias éticas que conlleva copiarse el trabajo intelectual de terceros y hacer suyos logros académicos que no le corresponden, resulta realmente indignante la defensa y el cinismo con el que sus más cercanos colaboradores intentan relativizar algo tan grave como adueñarse del esfuerzo intelectual ajeno.
Lo más penoso es leer, oír y escuchar justificaciones tan poco serias como que “al pueblo no le interesa la tesis”, “intentan aniquilar una candidatura que tiene respaldo popular”. Es decir, nos tratan a los peruanos como una manga de ‘pillos’ a los que poco nos importa la integridad de un candidato.
Copiar algo, y pensar que todo puede resolverse con dinero, es la peor manera de hacer política. Justificar el hecho alegando que solo se quiere dañar una candidatura es espantoso, ya que al no haber una negación tajante del delito, y ante las pruebas contundentes, el mensaje dado es “puedo copiar, puedo tener títulos bamba, puedo hacer lo que quiero porque tengo plata y los peruanos hacen lo mismo a cada rato, así que a mí qué me miran”.
Es pues una vergüenza que se pretenda que la ‘viveza’, o dicho en peruano, la ‘pendejada’, pretenda imponerse como una forma de hacer política, y encima cuente con el aval de políticos que se autodenominan “demócratas” y no dudan en criticar a viva voz los supuestos ilícitos de sus contendores. ¿Doble moral? No. Aquí no existe moral.
Anel Townsend ha sido la defensora más aplicada del jefe. Ayer en entrevista con Mariella Balbi publicada en “Perú 21” fue incapaz de negar tajantemente el ilícito de Acuña y más bien optó por responder con ataques a terceros las evidencias que la periodista ponía ante sus ojos.
Y quizás la perla más llamativa de Townsend haya sido esta frase: “Como dice Bill Gates, las habilidades están antes que los títulos”. Sí, leyó bien. Aquí no estamos hablando de que si el señor tiene títulos o no, de lo que se trata aquí es de que se ha evidenciado la esencia de Acuña. Y si alguna habilidad se le puede reconocer a este hombre es la de creer que puede arreglar todo con dinero e influencias. Será que lo único que le falta comprar es la Presidencia de la República.
Estamos a tres meses de la contienda y Acuña sigue en campaña como si nada pasara, porque está seguro de que nada le pasará. Ya pudo sortear al jurado de la Universidad Complutense con un asesor que no sabemos en qué estaba pensando al momento de ‘guiar su trabajo’, o si más bien no pensó nada y se hizo de la vista gorda.
La Universidad Complutense, socia de la Universidad César Vallejo de Acuña, se encuentra ante una terrible encrucijada: admitir el plagio significa reconocer exiguos niveles de exigencia para los candidatos a doctores, y no reconocer el evidente delito que aquí se ha cometido es poner en duda el prestigio y ponerse en el peor escenario de que –lamentablemente– todo tiene un precio.

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