sábado, 23 de enero de 2016

Alan


Eduardo Dargent
En diciembre del año 2000 recuerdo haberme reído de quienes decían que Alan García podía ganar la elección del 2001. ¿Cómo iba a recoger votos el presidente del aprocalipsis, el sujeto sobre el que pesaban acusaciones de corrupción? Cinco meses después disputaba la segunda vuelta, y me demostraba en campaña que era mucho más político que el resto de candidatos. Incluso perdiendo, ganó.
 
Esa elección prometí nunca declarar muerto electoralmente a Alan. Pero creo que esta vez la tiene muy difícil, tal vez su peor momento, pues no se ven salidas a su dilema. Esta semana se le ha visto perder la paciencia frente a preguntas incómodas, descolocado y buscando votos con estrategias que han molestado hasta a sus parciales. De ser desplazado al quinto lugar podría sí ser fatal. 
 
Tiene un problema de desprestigio, es obvio. Se le recuerda a cada momento la corrupción en la forma de faenones y narcoindultos. Si bien en el segundo gobierno logró sacarse de encima la fama de irresponsable económico, no logró mejorar la imagen de deshonestidad de su primer gobierno.
 
Pero creo que un problema más profundo tiene que ver con su giro conservador en el gobierno. Eso le impide construir un discurso de campaña más reivindicativo, centrista, que escape de la superpoblada derecha. No sé si lo evaluaron y descartaron por imposible. Pero en esta elección ha jugado a ser el Alan 2011 con tibios temas centristas. 
 
Que sus parciales sigan repitiendo eso de que las ideas socialdemócratas se adaptan a los tiempos o que la ideología es secundaria. No es verdad. Su gobierno tuvo de socialdemócrata muy poco. Se le asoció con el gran empresariado, con los insultos a quienes se oponían al modelo que él criticó. Se le eligió como reformista, y fue conservador. Y hoy su voto es conservador. 
 
Eso no es bueno para un candidato aprista. Para un partido que pasaba de la izquierda, a la centroizquierda y le iba bien, creo que ese posicionamiento es costoso. Es en parte normal que los partidos populistas se muevan ideológicamente con cambios que distan de tener coherencia ideológica. El peronismo fue Menem y Kirchner. Pero Alan parece haber ido muy lejos. Un candidato que hoy hace de su discurso de campaña las obras públicas, luego la militarización de la seguridad,  y ahora habla de gobierno responsable aliándose con un viejo opositor ideológico, parece que ha perdido la posibilidad de entusiasmar como reformista. 
 
La estrategia pudo resultar si el trabajo era demoler a PPK y ser el candidato democrático frente al Fujimorismo. Pero con Acuña golpeando en el norte el panorama se complicó. Sin la credibilidad del centrista, ha sido difícil conseguir votos. 
 
Se suman ahora problemas en el frente interno, menos discutidos en prensa pero que sospecho explotarán si pasa al quinto lugar. El que los llevó a la final del 2001 y al campeonato, pero que no dio mucha atención al partido (¿Cuántos ministros puso el partido?). La alianza con el PPC ha diluido las posiciones de los apristas en las listas al Congreso. Esta semana se pudo ver en redes sociales la reacción de algunos jóvenes apristas al intento de incluir a Mario Hart en la lista de la alianza. Si todo sigue igual, seguro ese malestar se incrementará.
 
¿Oportunidades? Sí. Que ni Acuña ni PPK despeguen, y más bien se despinten. Que PPK deje de ser el candidato del A y B y que él, y no Guzmán u otro, recoja esos votos. Y quizás recuperar espacio en el norte. Como les decía al inicio, no lo descarto. Sigue siendo más político que varios en carrera y cuenta con recursos de campaña. Pero hoy Alan está en problemas, y él es en buena cuenta el principal responsable de su dilema.

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