Sus recientemente adquiridos aliados y colaboradores han decidido arriesgar fácilmente su credibilidad para respaldarlo
- Erick Sablich Carpio
- Editor Central de Política
Ante las contundentes pruebas que demuestran que César Acuñaplagió repetidas veces en su tesis para obtener el grado de doctor en la Universidad Complutense (UCM), la respuesta del candidato ha sido predecible (aunque no por ello menos reprobable): negar los hechos, culpar a los rivales políticos y a la prensa de querer “invalidar” su postulación y diseñar una estrategia de victimización.
El giro más reciente de esta estrategia ha sido presentarse como una víctima del racismo. Así, sin consideración alguna por el enorme daño que este tipo de discurso genera en un país tan fracturado (y, lamentablemente, todavía racista) como el Perú, Acuña aludió ayer a sus críticos de esta forma: “Dicen ese [Acuña] no vale porque ese es serrano. Para algunas personas es malo que un provinciano haya estudiado […]. Al provinciano que estudia hay que denunciarlo, humillarlo, faltarle el respeto”.
Era imaginable que César Acuña hiciera lo imposible por defender su candidatura. Quizá con un poco de ingenuidad hubiésemos esperado que no cayera tan bajo en sus intentos. Pero más allá del comportamiento del ex gobernador de La Libertad, llama la atención apreciar cómo varios de sus recientemente adquiridos aliados y colaboradores han decidido arriesgar tan fácilmente su credibilidad para respaldarlo.
Anel Townsend, ex congresista por Unión por el Perú (1995), Somos Perú (2000) y Perú Posible (2001), sin duda se lleva el palmarés a escudera del año. A la también vocera del No a la revocatoria y flamante militante de Alianza para el Progreso (APP) no le bastó aplaudir a rabiar al candidato mientras caminaba a un podio el miércoles por la noche a leer una declaración para tratar de explicar, sin éxito, por qué era inocente del plagio.
Townsend desplegó, además, estos días un insuperable ejercicio de disciplina partidaria en cuanto set televisivo o cabina radial estuviera disponible para intentar convencernos de que la palabra de César Acuña vale más que las comprobaciones de los softwares, ciudadanos y periodistas que han corroborado la existencia de los plagios. A pesar de admitir que no ha revisado la documentación que prueba lo sucedido, ella asegura sin un ápice de rubor que se busca “eliminar una candidatura que tiene gran arraigo popular y que causa temor”.
El ex presidente de la Comisión de Ética Parlamentaria Humberto Lay tampoco ha tenido reparos en atribuir estos hechos a una persecución política en contra de César Acuña. El pastor evangélico necesita esperar un pronunciamiento de la UCM, que, según sus palabras, “es la única que puede decir si ha habido plagio” antes de constatar los hechos por él mismo. Y mejor aún si este pronunciamiento llega después del 10 de abril, le faltó agregar.
Fernando Andrade, quien maneja a su discreción lo que queda de Somos Perú, recurrió al escepticismo por la tecnología para señalar que los programas antiplagios pueden “mostrar un margen de error del 30%”. Un escepticismo bastante conveniente para sus intenciones reeleccionistas.
Y así podríamos continuar mencionando a otros entusiastas colaboradores del candidato, incluyendo a quienes lo amparan tácitamente con su silencio. Tal vez esperar algo distinto de personas que ya habían escuchado del sinnúmero de denuncias en contra de César Acuña (tanto por el lado de su gestión pública como las que atañen a su vida personal) era mucho pedir. Total, dime con quién andas y te diré quién eres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario