El exprocurador anticorrupción Iván Montoya ha pronunciado un juicio que va más allá de procesos judiciales para alojarse en la conciencia de los ciudadanos y clavarse en la historia: la lucha contra la corrupción se debilita si se elige a un investigado por corrupto.
Montoya apunta directamente a los candidatos presidenciales que en este momento encabezan las encuestas. Todos ellos, qué casualidad, están sometidos a investigación en la Fiscalía o el Jurado Nacional de Elecciones o pende sobre ellos la apertura de un proceso en la Justicia.
Es un caso único en la historia. Todos los preferidos por buena parte de los electores son conocidos por corruptos. Hay, pues, en el fondo del alma colectiva una predilección por los saqueadores del fisco, los enriquecidos con el narcotráfico, los manchados por negociados antipatria, los casi iletrados, los vendedores de sebo de culebra.
La historia señala que uno de los defectos del peruano es el servilismo. José de la Riva Agüero precisó que ese mal había sido inculcado en la etapa colonial, y no solo entre los siervos y los esclavos. Quizá hay fibras de ese sometimiento implantadas desde la era prehispánica. La preferencia por los corruptos es, creo, la derivación psicológica del servilismo.
Siempre ha habido, felizmente, hombres y mujeres que se libran del estigma. Manuel González Prada fue una cumbre de libertad, independencia y dignidad humana. Por algo se unió con los obreros anarquistas a principios del siglo XX, y los estimuló para la lucha por las conquistas de los derechos laborales y la cultura, fuente de la conciencia.
José Carlos Mariátegui prolongó y ensanchó ese camino, al desarrollar una vocación de estudio y dotar de un programa, una fe y un partido a la clase obrera, los campesinos, los maestros, los artistas.
Mucho de la mejor herencia de esos tiempos se ha perdido en décadas recientes. Culpa de un sector de la izquierda es haber abandonado el legado de teoría y doctrina, de artes y letras, en aras de la coyuntura y el acomodo sin principios.
En las bases populares hay, sin embargo, un afán de unidad, de respeto por las tradiciones revolucionarias, de cambio y de independencia.
Ojalá la admonición expuesta por el exprocurador Montoya ayude a sopesar el peligro que los candidatos corruptos significan para la moral pública y los bolsillos de todos. Y, por lo mismo, la necesidad de reforzar la corriente progresista representada por Verónika Mendoza.
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