sábado, 23 de enero de 2016

ELECCIONES 2016: Candidatos millonarios


Desde la época de la vieja oligarquía no aparecían en la liza electoral, con tanta nitidez, candidaturas que representan sin velo alguno, al dinero. Hasta la “república aristocrática” de las primeras décadas del siglo XX, los gobernantes hacían gala de fortuna y alta posición social. Los Pardo, Leguía, Candamo o López de Romaña, representaron aquél periodo, al que Jorge Basadre bautizara con acierto.
Algunos forjaron su fortuna con trabajo y habilidad para las inversiones, otros se enriquecieron con el guano. En todo caso, el resto del siglo XX, salvo Manuel Prado, vio llegar al poder a militares y profesionales. En el caso de los primeros, varios surgidos de sectores populares, que convertidos en dictadores, tampoco tuvieron demasiada riqueza. De los civiles, Belaunde, García y Fujimori, vivían de sus profesiones liberales.
Manuel Prado fue la excepción. Provenía de una familia donde el padre ejerció la presidencia, que a lo largo de ocho décadas, formó una de las fortunas más importantes del país. Lo suficientemente hábil para aliarse con los comunistas primero y con los apristas después, de alguna manera, acabó por convertirse en el emblema de una clase en decadencia, pese a cierto pensamiento desarrollista.
Con el nuevo siglo, otra vez encontramos a profesionales en la pugna, con escasa presencia de empresarios adinerados. Pedro Pablo Kuckzinsky resultaría el más caracterizado representante del empresariado moderno, insertado como Leguía en las finanzas y la economía internacional. No es su único mérito, pues en verdad se trata de un político de larga trayectoria, que militó desde el primer belaundismo, en cuyos gobiernos desempeño cargos de nota, hasta que volvió a la escena como ministro de Alejandro Toledo.
PPK encarna al capitalismo moderno, serio y legal arrinconado en el Perú por el capitalismo informal. El concepto del lucro como divisa social, impuesto por los neoliberales desde inicios de los años noventa del siglo pasado, termina por convertirse en un fenómeno de tal envergadura, que ya no solo impera en la economía sino que ahora quiere todo el poder.
Nada más evidente para expresarlo, que la candidatura de César Acuña, el multimillonarioempresario de la educación privada. Dueño de varias instituciones educativas, encontró su trampolín con el decreto fujimorista que permitió a los promotores regir los destinos académicos, para robustecer el afán de lucro.
Así, todos los límites que fija la educación como un derecho y un servicio público, acabaron anulados al convertir a los alumnos en clientes, compradores, gracias a su “inversión”, de títulos y grados. De aquí aparece entonces la “plata como cancha”.
Lo impresionante es que el desequilibrio creado por los ricos en campaña, no puede ser limitado por nuestro sistema electoral, que es tan débil que no garantiza elecciones en condiciones de igualdad, poniendo coto al poder insolente del dinero.

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