domingo, 3 de enero de 2016

Irresponsable izquierda

A contrapelo de la traición humalista, se argumenta que se hizo lo correcto porque eso ha permitido que se cuente en la escena política con, por ejemplo, Verónika Mendoza, Julio Arbizu o Sergio Tejada; ¿pero acaso ellos no iban a aparecer sin el apoyo de la izquierda?, ¿acaso no fue “el nacionalismo” quien licuó los tres 0.5%? En coherencia, la aparición de los mencionados o la aplicación de políticas razonables durante este gobierno se habrían dado con o sin el apoyo de la izquierda.
Irresponsable izquierda
Irresponsable izquierda
ALEXANDRO SACO
Es natural la tendencia a evadir la responsabilidad sobre nuestras acciones personales y colectivas; pero lo triste es que aquellos que señalamos responsabilidad en todos (modelo, políticos, medios, etc) seamos incapaces de asumir nuestra responsabilidad política, como la de haber contribuido decididamente a que Ollanta Humala gane las elecciones. Pocos fueron los que cuestionaron el apoyo abierto de la mayoría de la izquierda en la primera vuelta de 2011 y fueron apabullados.
A contrapelo de la traición humalista, se argumenta que se hizo lo correcto porque eso ha permitido que se cuente en la escena política con, por ejemplo, Verónika Mendoza, Julio Arbizu o Sergio Tejada; ¿pero acaso, ellos no iban a aparecer sin el apoyo de la izquierda?, ¿acaso no fue “el nacionalismo” quien licuó los tres 0.5%? En coherencia, la aparición de los mencionados o la aplicación de políticas razonables durante este gobierno se habrían dado con o sin el apoyo de la izquierda.
LA CUESTIÓN ERA EVIDENTE 
Sí, somos responsables de haber contribuido en mayor o menor medida a que Humala gane la elección, a pesar de decenas de hechos que claramente nos indicaban que apoyarlo era una rifa. Desde los desplantes a sus asesores y equipo de confianza, hasta sus actitudes personales maltratadoras y los aires de Nadine que prefiguraban el viraje total. Una vez producido el triunfo, y el desfile de los poderosos por el Hotel Los Delfines sin que ninguna organización social haya sido recibida, la cuestión era evidente. Y la cereza, la racha de viajes a todo Latinoamérica como si la elección marcara algo en la geopolítica.
A pesar de todo seguimos creyendo que el sujeto que había expectorado a su equipo de apoyo 2006 – 2011 era un pragmático y quedaba apostar por las reformas; la alusión a la Constitución de 1979 en la juramentación fue interpretada como que el Ollanta rebelde regresaría, cosa que nunca sucedió. Y así, cientos de izquierdistas nos enrolamos en las filas del aparato público, viendo día a día cómo se torcía lo que pudo ser la oportunidad de centrar el país; porque que quede claro, lo que se esperaba el 2011 y lo que se propone el 2016 no es la rebelión de las masas, sino de centrar el país hacia las necesidades de la gente, y eso hoy es casi una rebelión.
Y ahora seguimos desde la izquierda responsabilizando de todos los problemas a nuestras mismas letanías encabezadas por el “modelo neoliberal”; y claro que ese modelo existe y debe virar, pero de tanto usar la frase ya ha perdido sentido. El asunto es que luchamos por una reorientación, por una transición hacia un país diferente, qué duda cabe, pero es un error sostener que nada funciona, que todo es producto del modelo que tiene 25 años cuando el país tiene casi 500, como si la gente no tuviera decisión propia para seguir apoyándolo.
BIEN COMÚN 
Y sobre nuestra propia dispersión e intereses en este proceso electoral, ojalá que sirva para que dejemos de lado ese énfasis en la superioridad moral, que es cierta desde nuestra búsqueda del bien común, pero en relación a los colectivos y personas por ahí vamos con los demás, que se pasan de acá para allá como y cuyos técnicos trabajan con quien desde el gobierno los llama. Claro, hay proyectos y trayectorias mucho más sólidas que otras, pero en general lo que nos debe importar más es lo que queda en la retina pública, que el caso de Susana expresa en todo su alcance.
Llegamos a las elecciones en la misma lógica de debate público, sin ser responsables de nada de lo que pasa en el país, y hacia dentro tirando la piedra al otro culpable de que las cosas no sean las ideales. Mejor comenzar a reconocer que no hay ni habrá el ideal unitario ahora, y quizá nunca, porque esa aspiración no podrá ser impuesta y así se ha presentado. La Izquierda Unida no volverá, dejen de añorarla, dejen de estar atrapados en los 0.5%, dejen de contraponer “proyecto estratégico” a voluntad de poder, y hagamos de las necesidades de la gente las banderas a levantar.
El día que antepongamos a la gente a nuestra percepción de la realidad, el día que reconozcamos que no todo es culpa del bendito modelo sino de la sociedad y de los individuos también, el día que dejemos el énfasis en la superioridad moral, en ese momento podremos representar a este nuestro país tan contradictorio y diverso que hoy cree en nosotros en no más del 3%. Y ese día puede demorar décadas o comenzarse a construir hoy, en el aquí, en esta campaña electoral.

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