domingo, 24 de enero de 2016

APRA: ¿Perú21 “orienta la campaña electoral” contra el Apra?

 Carlos Basombrío
Con más de treinta muertos en una sola jornada y un trauma regional que tomará mucho en curarse, la de Bagua es quizá la peor tragedia surgida de un conflicto social en el Perú. Más grave aún, fue una desgracia que pudo evitarse.
Todo pudo ser diferente. Fue un conflicto pésimamente manejado desde el inicio. No se anticipó el impacto de los decretos legislativos en la selva y se trató la masiva y extendida rebelión de los nativos con una indiferencia mayúscula, esperando que sola se consumiera por el desgaste. Ejecutivo y Congreso compartieron responsabilidades.
Cuando el problema amenazaba con suscitar escasez de combustible en otras regiones, se decidió que lo que se había desatendido por meses, la PNP lo debía solucionar en las siguientes 24 horas. Esto llevó a una apresurada y mal planificada intervención policial que causó un desastre que, insisto, pudo y debió evitarse (solo los ejecutores directos y no los que ordenaron tamaño despropósito están procesados por la justicia). Ni siquiera se tomó en cuenta que era vox populi en la zona que los nativos, luego de 45 días, efectivamente estaban exhaustos y por retirarse un día después.
Los poco profesionales intentos policiales de despejar la carretera terminaron en un enfrentamiento violento con 5 nativos y otros tantos pobladores de Bagua muertos, así como los rumores de muchos más, los que irresponsablemente amplificados y distorsionados por los medios locales crearon un ambiente enardecido que llevó a los nativos a asesinar, a sangre fría, a 24 policías que tenían como rehenes desde hace semanas. (¡La operación se hizo sabiendo que había policías rehenes!). Fue la masacre de policías más grave de nuestra historia. Ni siquiera Sendero Luminoso –y no por falta de ganas– pudo hacer tanto daño en un solo acto.
Bagua fue un horror para el Perú y un desastre político para Alan García, quien tuvo que cambiar su segundo gabinete, uno que había entrado pocos meses antes, luego de la caída de Del Castillo por el escándalo de los “petroaudios”. Alan García tuvo, antes y después de esos acontecimientos, declaraciones muy polémicas sobre los indígenas amazónicos (epitomizados en el ya clásico “Perro del hortelano”, pero no solo allí). Por ejemplo: “Estas personas no tienen corona, no son ciudadanos de primera clase”; “derrotar las ideologías absurdas panteístas”, “formas primitivas de religiosidad”. Es pues, normal, que hoy que aspira a una nueva presidencia los periodistas le pregunten sobre estos temas y por qué paso lo que pasó.
Señalar, como hace ahora, que el error fue de exceso de diálogo, a mi juicio, no lo ayuda mucho. Es que, dada la magnitud del problema, el tener poco o mucho diálogo, que fuese expeditivo o prolongado, duro o concesivo eran todas opciones sobre las que él debió decidir.
El martes pasado el tema salió en una entrevista a Alan García en Panamericana y el choque con la periodista fue duro. García negó haber hecho las afirmaciones que se le atribuyen y retó a la periodista a documentarlos.
El incidente animó a varios medios a hacer un ejercicio de memoria.
Perú21 lo recogió en su versión digital. Ahora bien, en el caso de este diario, el titular fue a mi juicio muy desafortunado, porque condicionaba la actitud del lector, antes que ofrecerle información. En el contenido había además algunas inexactitudes. No es estilo, ni opción de Perú21, titular de ese modo. (“Alan García dejó en evidencia sus mentiras sobre el ‘Baguazo’ en entrevista en TV”).

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