No hay que ser adivino ni tener una bola de cristal para vislumbrar lo que en política nos trae el 2016. Sin duda alguna el próximo año será efervescente, bullicioso y accidentado en cuanto a política nacional, pues es un año electoral. Elecciones en abril, cambio de mando en julio todo ello dentro de un fin de fiesta de un gobierno Nacionalista mediocre, gobernado por una pareja presidencial que se van dando más pena que gloria, escoltados por oscuros y enormes fantasmas de corrupción que cual guadañas filudas amenazan decapitarlos políticamente para siempre. Apariciones que se materializaran con el resultado de las investigaciones fiscales de los procesos que la Primera Dama Nadine Heredia tiene en curso.
Pero hay que mantener el optimismo pese a un sentimiento de desesperanza en el corazón de que todo pudo ser mejor. A pesar de tener el sentimiento de la oportunidad perdida. Pues sí algo es cierto, es que por culpa de la incapacidad, falta de determinación e improvisación del gobierno de Ollanta Humala el Perú ha perdido una de sus mejores oportunidades para entrar a jugar en las grandes ligas continentales. En el mejor momento económico que tuvo el Perú, este gobierno lo ha desperdiciado con un dubitativo manejo del país en una etapa de pleno crecimiento puso neutro, para dejarse gobernar por miedo y la mediocridad. Cuando debió aprovecharse la fortaleza y velocidad del crecimiento económico para despuntar y sacar ventaja optaron por tirarse para atrás y mantener una posición “segura” a media tabla. Fue una de las mejores oportunidades que tuvimos para situarnos en el primer lugar de las economías de este lado del Pacifico.
Lamentablemente no se le pueden pedir peras al olmo. Un oficial militar con una trayectoria penosa, con antecedentes de insubordinación, mando medio y pasado al retiro, sin duda no daba la talla para un puesto de estadista con amplia visión continental, económica y social. Y mucho menos para tener la osadía de convocar a los mejores para atreverse a llevar a la cima del crecimiento a nuestra Nación. El gobierno nacionalista es el resultado de una mala elección por parte de un electorado miope y resentido. Que fue engañado con el cuentazo de la Gran Transformación y el balón de gas a 12 soles. Los únicos que al parecer han transformado su vida para mejor, convirtiéndose en millonarios son la primera dama y su entorno intimo familiar.
El 2016 nos trae la certeza de un cambio en el mando político nacional. Sí o sí, Dios mediante, el 10 de abril se elegirá a un nuevo presidente del Perú. Y a partir del 28 de julio un gallo de verdad nos cantará desde el galpón de Pizarro.
Este año que viene tiene que estar marcado por la reflexión política electoral por parte de todo el pueblo peruano. Una meditación que tiene que ser profunda, objetiva y dirigida a primero buscar información certera sobre los candidatos a elegir. No se trata de una competencia entre bandos de simpatías políticas, ni de revanchas cargadas de odios ciegos, que sólo llevaran a la autoflagelación de elegir un candidato equivocado. Errar el disparo en las urnas será como dispararse al otro pie y terminar mutilado y arrastrándonos en una carrera de competencia por la superación nacional. Equivocar el voto y elegir a un presidente que no dé la talla nuevamente será como iniciar el camino al calvario y enrumbar hacia el subdesarrollo y la decadencia nacional. Ojo al candidato y ojo al voto que este año el futuro del Perú está en nuestras manos. Feliz Año Nuevo mis queridos lectores de Primera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario