César Lévano
En la campaña electoral del 2006, Pedro Pablo Kuczynski pronunció una frase que ahora se la restriegan en las redes sociales. La vileza sobre “perra vida” de Verónika Mendoza ha abierto las puertas de la memoria, y por ahí entra su dicho de hace diez años.
Expresó aquella vez: “Esto de cambiar las reglas, cambiar los contratos , nacionalizar, que es un poco una idea de una parte de los Andes, lugares donde la altura impide que el oxígeno llegue al cerebro”.
Resulta que la reciente ponzoña contra Verónika fue lanzada en Puno. Si se adoptara el diagnóstico idiota de PPK del 2006, se podría concluir que la elevación física de la altipampa afectó esta vez el cerebro del candidato.
No sé qué hubiera pensado su padre, el doctor Maxime Kuczynski Godard, científico europeo que investigó la situación sanitaria y social de los indígenas de los Andes. En más de un libro, él atribuyó algunos males de los campesinos, no a la altura, sino a la explotación, a la bajeza de la explotación.
Dijo PPK diez años atrás que cambiar los contratos o nacionalizar es una inclinación andina dictada por falta de oxígeno en el cerebro. Él manipulaba contratos, del gas por ejemplo, sin duda por abundancia de oxígeno (o de dólares).
Hay en el fondo de las insensateces de PPK un persistente y barato racismo. Su explicación oxigenada sobre la vocación social de los andinos implica que, al revés, la gente de la llanura es superior a la de las montañas, puesto que tiene el cerebro bien oxigenado.
Esa risible tesis me trae al recuerdo una que Alan García expuso el 1 de junio del 2006, en su discurso de cierre de campaña electoral: “La primera vuelta ha dividido el país en tres sectores que parecen incompatibles. Allá en el Sur tenemos una enorme población que, por la dificultad de su geografía y su altitud, no ha tenido la posibilidad de nuestro Norte, de desarrollarse para la exportación, para la pesquería, para el algodón y el azúcar”.
La explicación geográfica de la política evadía, igual que la tesis de PPK, el proceso histórico social. Hace diez años, el Apra era fuerte en el Norte, en el sólido Norte. Ahora casi ha desaparecido en esa región, pero la geografía sigue igual.
García insinuaba que el Sur era triste, y por eso, izquierdista. El Norte era alegre, y por eso, aprista. ¿Qué pasó? A lo mejor la tristeza actual del Norte se debe a un hondo desencanto por las traiciones del Apra y la corrupción de García. La geografía no ha cambiado, el Apra sí.
Los absurdos de PPK y de García revelan que en verdad no conocen al Perú, en particular al Sur profundo, el de las alturas de Puno y de Machu Picchu.
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