A solo quince días de la primera vuelta, no debe haber peruano mínimamente informado que sostenga, con honestidad, que la elección presidencial 2016 se desarrolla con ‘normalidad’.
Por ello, se están usando muchas maneras de tipificar lo que está ocurriendo, desde anormalidad, irregularidad y error, hasta esa fea palabra que no se oía desde el colapso del fujimontesinismo en el 2000: fraude.
Entender el origen y motivación de las decisiones del JNE es importante por sus consecuencias políticas. Para plantearnos de manera clara y directa el meollo de la columna de hoy: ¿es una comedia de errores por incompetencia, o una trama de engaños como parte de un fraude?
Ayer, Mirko Lauer planteaba que “las hipótesis sobre el origen de la actuación de JNE-JEE en estas elecciones van desde la idiotez hasta la conspiración”, mientras El Comercio editorializa sobre el mismo tema de los problemas observados en este proceso concluyendo que, “de ahí, sin embargo, a decir que se está ejecutando un ‘fraude electoral’ hay un mundo de irresponsabilidad”.
El problema es que la autoridad electoral ha retirado candidatos de la campaña –como Julio Guzmán y César Acuña– por asuntos que a muchos nos parecieron que no debían merecer una sanción tan drástica, pero que fueron justificados por el criterio de que ‘la ley es la ley’. Sin embargo, cuando lo mismo ocurre con otros postulantes, como Keiko Fujimori o Alan García, entonces se relaja ese criterio simplón pero efectista que, al final, está erosionando la credibilidad de la elección 2016.
Y, entonces, naturalmente, surge la suspicacia, especialmente ahora que los que defendían la perturbación de la normalidad del proceso con eso de ‘la ley es la ley’ se ponen afónicos cuando esta amenaza a sus candidatos, o aterrados cuando el Frankenstein que apoyaron podría ya no beneficiar a sus autores intelectuales, como Alan García, y se vuelven tiro por la culata, pues podría favorecer a quienes no querían a través de candidatos como Alfredo Barnechea o Verónica Mendoza que desafían la ortodoxia económica.
¿Comedia de errores o fraude? Ese es el dilema de esta elección. Mientras no se pruebe fehacientemente que hay una conspiración en marcha, no se puede hablar de fraude sino de equivocaciones, a pesar de los modos, entre gallos y medianoche y las marchas y contramarchas de la autoridad electoral, entre una normatividad perversamente diseñada por el Congreso y pésimamente aplicada por el JNE.
Todo lo cual no evitará los efectos muy negativos, gane quien gane, que este quilombo va a tener en la política peruana del lustro siguiente.
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