Percibiendo la corrupción
La reciente encuesta nacional de Proética sitúa al Congreso, la PNP y el PJ como las instituciones más corruptas. Y los políticos quedan por los suelos
Desde hace unos años, la ONG Proética realiza una encuesta nacional sobre percepción de la corrupción en la ciudadanía. Los porcentajes de este sondeo acaban de publicarse y son desoladores. Así, el Congreso es percibido como la institución más corrupta (55%), seguido de muy cerca por la Policía Nacional (53%) y el Poder Judicial (49%). Un altísimo porcentaje de entrevistados (71%) considera que los políticos son los personajes más corruptos, un 58% que estamos ante el principal problema que nos impide lograr el desarrollo y un 37% considera que el actual gobierno no ha avanzado nada para resolverlo.
Quienes salen mal posicionados en las encuestas suelen consolarse
recordando que solo se trata de “instantáneas” de un momento. Sin
embargo, este sería un pésimo recurso, pues allí están los porcentajes
del año pasado, que ya situaban a estas tres instituciones en la cúspide
de las más corruptas, y desde entonces es poco lo que se ha hecho para
variar esta percepción. Por el contrario, hechos recientes la han
agravado.
Así, el escándalo ocasionado por la denominada “repartija” de cargos
hecha por el Congreso para suplir vacantes en la Defensoría, el TC y el
BCR ha sido demoledor para una imagen que ya se encontraba deteriorada;
lo mismo puede decirse de la complicidad policial en algunas fugas de
penales o del descubrimiento de policías en actividad o ex policías
integrando bandas criminales, o de liberaciones de detenidos y
sentencias inexplicables en el PJ. Y los recientes casos de
transfuguismo –muy mal vistos por la ciudadanía– o acusaciones ante la
Comisión de Ética tienen su peso en la pobrísima opinión que se tiene de
los políticos.
La confianza y la credibilidad son valores esenciales para las
instituciones y los líderes de opinión, entre los cuales se encuentran
los políticos. Dado que se trata de términos abstractos, ingrávidos y
volátiles, cuesta mucho ganarlos y se pierden con rapidez. Nunca se
obtienen de una vez y para siempre y resulta casi imposible recuperarlos
una vez que se los extravía. Uno de los problemas más serios para una
institución o persona consiste en que se crea que están controlados por
intereses ajenos a su labor. Entonces se inicia una caída más cruel que
un apagón prolongado, y de la que muy pocos se recuperan.
Por eso resulta especialmente grave que un 37% considere que el
gobierno hace poco por combatir y prevenir este fragelo, un porcentaje
amplísimo considerando que ha cumplido dos años de su mandato. Como
afirma Cecilia Blondet: “Esta sería la oportunidad para que el gobierno
llame a una gran cruzada. Además, que se identifiquen diez o doce
medidas que permitan a la población sentir que hay una acción inmediata
contra la corrupción”. Pero para que esto suceda es necesario que
coincidan dos cualidades: liderazgo y voluntad política, y ambas no se
advierten entre quienes encabezan los poderes del Estado.
Es necesario que el gobierno recupere la iniciativa en el tema de la
lucha anticorrupción, tanto en su conjunto como a través de sus cabezas
visibles, y vuelva sobre anteriores diseños, los mismos que prometían
una lucha activa y sistemática contra un fenómeno que no es exclusivo de
su gestión, pero que requiere de atención permanente. Existe consenso
ciudadano con respecto de que la corrupción se ha incrementado por culpa
de la ineficacia de un Estado ausente y que cede terreno al delito.
Combatirla no implica solo un plan de acción para el aquí y ahora, sino
medidas que contribuyan a prevenirla hacia el futuro, promoviendo una
ética ciudadana en todas las esferas de la actividad pública y privada.
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