Carlo Frabetti: La revolución pedagógica
En
las recientes Jornadas de Vanguardia Científica de México, Mario
Molina, premio Nobel de Química en 1995 por sus investigaciones sobre la
capa de ozono, señaló que las principales causas de la lentitud e
ineficacia con que se están afrontando los gravísimos riesgos del cambio
climático son, por una parte, los intereses económicos de los países
más contaminantes y, por otra, la generalizada ignorancia sobre la
verdadera naturaleza y magnitud del problema. Es necesaria una
revolución pedagógica que capacite al gran público para comprender y
valorar tanto los avances tecnológicos como sus consecuencias sociales y
ambientales, vino a decir el profesor Molina, con el que tuve ocasión
de conversar durante la comida que siguió a su conferencia.
Y esa revolución pedagógica no puede
limitarse a las escuelas (entre otras cosas, porque solo afectaría a la
población en edad escolar); los propios científicos, las instituciones
culturales y los medios de comunicación pueden y deben desempeñar un
papel muy importante, sobre todo desde que disponemos de una herramienta
tan nueva como poderosa: la interactividad.
En los años ochenta me encargué de una sección de matemática recreativa en la desaparecida revista científica Algo, y tuve la suerte de contar con un grupo de lectoras y lectores tan asiduos y participativos como los de El juego de la ciencia;
pero entonces la comunicación se reducía a la vía epistolar, con las
limitaciones espaciales y temporales que ello conllevaba: cada lector
solo conocía sus propios comentarios y mis respuestas, que tardaban
días, cuando no semanas, en llegar. Ahora la comunicación es instantánea
y pública, lo que permite un debate a varias bandas y prácticamente en
tiempo real; las lectoras y lectores que frecuentan los blogs de La ciencia es la única noticia, verdaderos protagonistas de la sección, lo demuestran todos los días.
En estos momentos críticos en los que está
literalmente en juego el futuro de la humanidad y en los que las
soluciones pasan, más que nunca, por el afrontamiento racional de los
problemas, los científicos y los centros de investigación deberían hacer
un esfuerzo pedagógico y tener la generosidad de poner al alcance del
gran público blogs y páginas interactivas que recogieran las dudas e
inquietudes de la población, y que respondieran de forma sencilla, pero
no por ello menos rigurosa, esas preguntas que normalmente solo hallan
respuesta en los discursos demagógicos de los políticos y en las
patrañas difundidas por los poderosos intereses contrarios a la
información veraz.
Fuentes:
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