Por: Juan Carlos Tafur
Va a ser muy difícil que Enrique Cornejo y otros líderes apristas logren situar nuevamente al Apra en la centro izquierda, como se proponen. El sello que le ha impuesto Alan García al partido es casi indeleble, afirmándose en una de las gestiones de gobierno más conservadoras de nuestra historia republicana.
Acicateado por el afán de congraciarse con Wall Street y Washington, Alan García dispuso el escenario de su segundo mandato bajo el parámetro de convertirse en un promotor obsesivo de la inversión privada sin importar que en ello se llevase de encuentro un mínimo orden de mercado.
Fue mercantilismo rentista progrupos de poder, duro y crudo, sin tapujos, sin tutías. Los doce apóstoles se convirtieron en cincuenta y todos fueron engreídos y bendecidos por la mano del gobierno aprista.
La serie de artículos de ‘El perro del hortelano’ fue la mejor expresión del burdo pensamiento económico de García, al que condujo a todo el partido y a su gobierno; una serie de criterios ultraderechistas afincados en el statu quo.
No ha sido la primera vez que el Apra ha coqueteado con la derecha. La historia del partido está jalonada por episodios en los que transó con la oligarquía de la época y trazó, en esa línea, pactos políticos terribles (como los establecidos con Prado y Odría).
Aquellas fueron jugadas estratégicas, controvertidas igual, pero métodos de supervivencia partidaria al fin y al cabo. Lo que hizo García no se equipara con ello. Él derechizó, orondo y empoderado, a todo el aparato partidario, porque así lo estimó como proyecto. Y lo hizo carne gubernativa e ideológica.
Sabrán Cornejo y compañía que su esfuerzo de volver a los orígenes será monumental y tomará tiempo para que el pueblo no lo perciba como una impostura.
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