Por: Miguel Santillana
El profesor Nelson Manrique, en un reciente artículo, presenta un conjunto de cifras con las que pretende haber descubierto la pólvora –la inviabilidad del sector agrícola, en especial en la sierra–. Varios incautos han salido a celebrar la “ruptura de un mito” justificando la reforma agraria (RA). Por otro lado, Carlos Tapia afirma, sin pestañear, que la reforma neutralizó a Sendero Luminoso (SL). Veamos.
Manrique trata de justificar la validez de la RA sobre la tesis de que la actividad agrícola se encontraba en un proceso de crisis. Si uno revisa el crecimiento real del sector agrícola de 1951 a 1968, solo se observa decrecimiento en los años 1955 (-0.8%), 1956 (-4.8%) y 1968 (-3.4). Desde 1956, se debatió en la sociedad peruana una RA que se centraba en las haciendas de la sierra, donde se practicaban relaciones precapitalistas que eran un “freno para la modernización” del país y un “afrenta moral”. Nunca se habló de reformar el sector moderno de la economía (ingenios azucareros y nuevas unidades productivas desarrolladas por flamantes ingenieros formados en La Molina en nuevas irrigaciones).
La RA, para los militares revolucionarios, fue la forma de eliminar al grupo de poder más importante (en ese momento), representado en la Sociedad Nacional Agraria (SNA). La izquierda peruana le dio el soporte ideológico al plan contribuyendo el mensaje justificatorio: reivindicar el despojo de tierras ocurrido durante la colonia e inicios de la república. La RA se hizo sobre el sector moderno y el sector tradicional del agro; con ello, se destruyeron avances tecnológicos, capital humano, la descapitalización del campo y se generó pobreza masiva, especialmente en la sierra.
Si se prometió apoyo técnico y crédito barato, en realidad no se dio en los montos y oportunidad que se requería. Por otro lado, los precios relativos y el control de precios favorecieron a las zonas urbanas en desmedro del campo, pues se quería “modernizar la economía” con industrias subsidiadas (alimentos baratos para abaratar el costo de la mano).
Como consecuencia de esta decisión, se crece en 1969 (7.8%) y luego se tiene un sector estancado con bajos niveles de crecimiento o decrecimiento: 1972 (-2.4), 1975 (0%), 1977 (-0.1), 1978 (-1.5) y 1980 (-5.8).
El aumento de la pobreza rural, en especial en la sierra, permite el surgimiento de SL –que también actúa como dirimente entre conflictos por límites entre comunidades ante la falta de Estado–, no la evita, como dice Tapia.
El legado de la reforma agraria fue el pollo y el crecimiento de un conglomerado industrial oligopólico que importa insumos y alimentos procesados. Finalmente, tenemos el fantasma del pago de los bonos de la RA, frente a lo cual tenemos una sentencia adulterada en el TC que tendrá consecuencias en el arbitraje que se nos ha abierto en EE.UU. por US$ 1600 millones. No se puede seguir jugando al perro muerto.
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