sábado, 5 de octubre de 2013

1973: EL ASESINATO DE LA DEMOCRACIA EN CHILE


En el artículo de la semana antepasada sostuve que lo que ocurrió en Chile el 11 de setiembre de 1973 fue un asesinato a la democracia. Para ello di algunos ejemplos de cómo el gobierno de EE.UU tuvo el objetivo de interrumpir el mandato democrático del presidente Salvador Allende incluso desde antes que este asumiera el mando, y actuó sistemáticamente para conseguir ese objetivo durante los tres años que duró el gobierno socialista. Ahora propondré algunas reflexiones.
En primer lugar, hay que partir por reconocer que la coalición de partidos que llevó al gobierno a Allende formaba un amplio espectro político que iba desde el centro hasta la extrema izquierda, y eso explica muchos aspectos erráticos de ese gobierno. Pero además, como la mayoría de regímenes reformistas, redistributivos y populistas de aquellas décadas, sus políticas económicas descuidaron las variables macroeconómicas, lo que generó inflación y desequilibrio interno (déficit fiscal) y externo (déficit de la balanza comercial). Sin embargo, esos desequilibrios macroeconómicos fueron también profundizados por el boicot norteamericano reseñado en mi columna anterior, el sabotaje interno (por ejemplo el de algunos sectores empresariales para paralizar la producción), y el boicot de la oposición política -mayoritaria en el Congreso- que obstaculizó un necesario reajuste tributario que redujera el déficit fiscal y acicateó adrede la ya enorme presión salarial de la clase trabajadora para generar mayores desequilibrios.
El tema de fondo es, sin embargo, si había justificación para un golpe de Estado. Desde la posición de quienes justificaron (y justifican) el golpe, Chile estaba al borde de una insurrección procomunista, o en cualquier caso, el gobierno de la Unidad Popular (UP) estaba conduciendo al país al comunismo. Empero, hay diversas razones para sostener que eso no era cierto, y que esta visión era más el fruto de la propaganda antigubernamental que de la realidad.
Para comenzar, el gobierno de la UP no estaba alineado con Moscú ni recibió ayuda militar de la URSS (lo que contrasta con el cuantioso financiamiento, asesoría y entrenamiento brindado por EE.UU a las FF.AA de Chile desde décadas atrás, y el financiamiento para actividades de sabotaje y propaganda mencionados en mi columna anterior). Allende, por el contrario, buscó establecer relaciones con una diversidad de países, incluida la Europa occidental, para liberarse de la dependencia de EE.UU. Por otro lado, el Partido Comunista de Chile (el más fuerte y disciplinado de la coalición de gobierno) tenía, como todos los partidos comunistas de Latinoamérica en aquella época, la expresa orden de Moscú de no apoyar insurrecciones, y por el contrario formar coaliciones reformistas con otros partidos en el marco de las reglas democráticas. De hecho, el PCCh era en ese entonces moderado y junto con Allende estaba dispuesto a la transacción, a diferencia de un sector del Partido Socialista que era intransigente frente a cualquier tipo de arreglo con el Partido Demócrata-cristiano (de centro-derecha). Sin embargo, hay que tener en cuenta que el sector extremista del Partido Socialista era minoritario dentro de la coalición de gobierno, y su discurso insurreccional era más retórico que otra cosa; por lo demás, eran muy pocos los militantes que disponían de armas, y además carecían de organización. Por otro lado, la clase trabajadora en forma mayoritaria no era partidaria de una insurrección popular, ni poseía una organización centralizada capaz de conseguirla; las tomas de fábricas fueron fenómenos reactivos, espontáneos y locales. Por último, la falta de respuesta popular (de cualquier tipo) al golpe es una prueba de todo lo dicho anteriormente.
Entonces, no creo que el golpe de Estado haya sido necesario, y menos aun con la brutalidad con la que fue llevado a cabo. El golpe del 73 no solo acabó con el proyecto socialista democrático, sino con la democracia en su conjunto, y mató y torturó a extremistas y moderados por igual. Cómo habría acabado el gobierno de Allende sin el intervencionismo norteamericano y el golpe militar no lo podemos saber; pero aun si no hubiera terminado del todo bien, podemos traer a colación el caso peruano al final del gobierno de Alan García, comparativamente una situación mucho peor tanto en lo económico como en lo político, y sin embargo, ese gobierno pudo entregar el mando en elecciones democráticas a su sucesor.

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