Contra el capitalismo, la construcción del poder popular
por UPK
El 11 de septiembre de 1973 el terrorismo de Estado anegó en sangre la
experiencia de gobierno de la Unidad Popular (UP). Este proyecto se
caracterizaba por intentar alcanzar la propiedad social de la riqueza por vías
exclusivamente electorales y dentro de las instituciones y la legalidad
vigentes.
Chile 1973, 11 de
septiembre
Contra el capitalismo, la construcción del
poder popular
El 11 de septiembre de 1973 el terrorismo de
Estado anegó en sangre la experiencia de gobierno de la Unidad Popular (UP).
Este proyecto se caracterizaba por intentar alcanzar la propiedad social de la
riqueza por vías exclusivamente electorales y dentro de las instituciones y la
legalidad vigentes.
Cuarenta años después del trágico y brutal final
de esta experiencia, la Unidad Popular de Clase, movimiento político de Madrid
que, como la UP chilena, también busca que el poder y la riqueza estén en manos
del pueblo, cree imprescindible realizar un análisis riguroso de lo
ocurrido.
La UP fue creada en 1969, formada por seis
partidos, nucleados por el Partido Comunista y el Partido Socialista. Es
importante señalar que el Partido Socialista no seguía la línea de la
socialdemocracia occidental, sino que, con sus contradicciones, apostaba de
forma genuina por cambiar la sociedad de tal manera que la riqueza producida
cubriese las necesidades de la población y que el poder residiese verdaderamente
en la mayoría trabajadora. Este proyecto estaba impulsado por la candidatura de
Salvador Allende, que encarnaba la confianza y la esperanza de amplísimos
sectores del pueblo.
Los tres años de gobierno de la UP, desde 1970
hasta 1973, en medio de un acoso criminal dirigido por el imperialismo
estadounidense con la complicidad de la burguesía, están definidos por los
importantísimos logros conseguidos por y para el pueblo de Chile, entre los que
destacan:
- La reforma agraria que acabó con el latifundio y puso la tierra en manos de quienes la trabajaban, incluidas las comunidades indígenas.
- Se nacionalizó el cobre, el hierro, el carbón, salitre, el 60% de la banca, y multitud de empresas que previamente habían sido ocupadas por las y los trabajadores.
- El derecho a la vivienda, educación pública, y la sanidad universal, fueron ejes centrales de sus políticas, con logros espectaculares teniendo en cuenta el poco tiempo en el que se produjeron: la mortalidad en menores de un año se redujo en un 20% y la desnutrición infantil en un 17%.
- El desarrollo de la cultura ocupó un papel central, protagonizado por artistas e intelectuales, y basado en la negación del carácter de mercancía de la obra para generarla y ponerla en manos del pueblo como bien cultural. Se editaron millones de libros en rotativas de periódicos asequibles para todas las personas.
Frente a este programa político, la minoría
explotadora chilena tenía unas exigencias completamente opuestas, destinadas a
proteger la esencia del capitalismo:
- Mantener la propiedad privada, especialmente de las fábricas que los trabajadores y trabajadoras habían ocupado debido a que sus propietarios habían intentado cerrarlas para hundir económicamente a Chile con la intención de provocar que sectores no concienciados del pueblo girasen hacia la derecha.
- Impedir que se siguiesen desarrollando los proyectos de nacionalización en beneficio del pueblo, que habían minado la dinámica de la explotación capitalista.
- Impedir que el pueblo concienciado se armase, dejándole indefenso.
El nexo de unión de esas tres exigencias
capitalistas es, como puede verse, el problema del Estado. Un Estado que nunca
puede ser neutro, dado que el poder político estatal es la garantía de la
ejecución del poder de clase.
La UP confiaba en que era posible llevar a cabo
un programa político verdaderamente de izquierdas utilizando como garantía
únicamente la legitimidad otorgada por su mayoría en el parlamento, confundiendo
tener el respaldo de las urnas con tener el poder real.
Allende y la UP creían que el Estado era neutro,
y que por tanto, estaría controlado por quien quiera que estuviese en el
gobierno. Se equivocaron. El ejemplo chileno es una muestra muy clara de cómo el
Estado tiene un carácter de clase, y de que el poder político no reside en las
urnas, sino en el poder fáctico de la minoría propietaria de la riqueza.
A medida que la presión capitalista se hacía cada
vez más insistente, el gobierno de la UP se escoraba más hacia el pacifismo
reformista: se negó a armar al pueblo, creyendo erróneamente poder así evitar el
golpe que estaban perpetrando y olvidando que su fuerza residía en la mayoría
trabajadora. Ante la campaña de desestabilización que se les venía encima,
apostaron por hacer “innecesario el golpe”, produciéndose la entrega de las
armas en posesión de las organizaciones populares, aceptación del allanamiento
de sedes, fábricas y viviendas.
Finalmente, la ilusión de que el ejército siempre
respetaría la Constitución se desbarató de un plumazo. Las fuerzas militares,
encabezadas por Pinochet, no obedecieron a quien poseía la mayoría de votos,
sino a la minoría que poseía el poder económico.
A pesar de que Chile era un país que poseía una
tradición de 160 años de parlamentarismo ininterrumpido, la conspiración del
imperialismo estadounidense, la minoría explotadora chilena, la Iglesia y el
ejército desencadenaron un golpe militar de extrema brutalidad.
La represión fue feroz y despiadada: miles de
personas fueron asesinadas o “desaparecidas”, alrededor de 80.000 detenidas,
torturadas y encarceladas, y unas 200.000 forzadas al exilio. No es de extrañar
que la mayoría de estas personas fueran de clase obrera, jóvenes combativos,
intelectuales comprometidos o líderes de izquierda.
Estos hechos sucedieron en un momento de
efervescencia del llamado “eurocomunismo”, defendido por las direcciones de PCE,
PCI y PCF principalmente, caracterizado por postular que era posible construir
el socialismo a través de la vía puramente electoral. En lugar de tomar ejemplo
de la tragedia chilena, reforzaron su política de alianzas con la derecha.
Consecuencia de esto son los Pactos de la Moncloa y la Transición.
La ilusión de la viabilidad del eurocomunismo
derivaba de la aceptación del Estado como un ente neutral en la lucha de clases,
de la confianza en el capitalismo de “rostro humano” y su “Estado del
Bienestar”, cuya encarnación era la Comunidad Económica Europea. Por supuesto,
olvidaban o querían olvidar, que esta política de bienestar era una simple
estrategia destinada a impedir, tanto el crecimiento de las ideas socialistas en
Occidente, como a bombardear ideológicamente a los pueblos de los países del
Este con el “bienestar” de Occidente, que se basaba en la depreciación de
recursos y la sobre-explotación de la periferia del capitalismo, el llamado
“Tercer Mundo”.
El golpe contra el gobierno de la UP sirvió
también como primer escenario para demostrar que el capitalismo de “rostro
humano”, del “bienestar” se había acabado. El comienzo de la implementación de
las políticas neoliberales se hacía a sangre y fuego. Los representantes de
estas tesis neoliberales se integraban en el gobierno de Pinochet para devolver
a sus amos la tierra, las empresas y los recursos naturales nacionalizados,
liquidar derechos laborales, pensiones públicas, sanidad y educación, ejerciendo
el terrorismo de Estado más bestial.
Era la lucha de clases extrema que después
se extendería con los mismos procedimientos por todo el Cono Sur de América
Latina. En Europa los métodos fueron otros: la derrota de las luchas obreras
convenientemente aisladas y la integración de cúpulas sindicales y políticas de
la izquierda en el sistema.
Cuando la crisis capitalista muestra su rostro
más salvaje, y la lucha de la clase obrera y los pueblos se intensifica, sólo
hay un camino para enfrentarse a un capitalismo que es capaz de todo:
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