En su propia telaraña. Sí, enredados en su telaraña de medias verdades, de idas y vueltas, quedaron el expresidente Alejandro Toledo y su gran amigo Josef Maiman, el empresario peruano israelí que dizque por amistad le pagó las hipotecas de su casa en Camacho y Punta Sal. En una defensa cerrada de la honestidad y transparencia del líder de la chakana, Maiman, en videoconferencia con la Comisión de Fiscalización del Congreso, dijo que por amistad pagó deudas ajenas y también por amistad puso a nombre de Eva Fernenbug, suegra de Toledo, la lujosa residencia de Las Casuarinas y la oficina de Surco, solo por hacerle un favor a la pobre ancianita. ¿Y la herencia que le dejó el esposo y la indemnización por ser víctima del Holocausto?
Maiman acepta que el dinero con que se compraron ambas propiedades es suyo y que es legal, aunque no quiso decir de dónde procede, pero la liebre saltó al asegurar que le habló a su amiguísimo de querer invertir en inmuebles en el año 2011, cuando Toledo meses antes sostuvo en el mismo Congreso que ya en 2009 su dadivoso amigo quería hacer negocios inmobiliarios en Perú. ¿Quién miente?
Después dice que pagó las hipotecas de Camacho y Punta Sal con la condición de que Toledo reparara la residencia de Las Casuarinas y la oficina de Omega en Surco. Total, ¿pagó deudas porque es su amigo o fue un yo pago y tú reparas? Aquí lo único cierto es que las mentiras sobran y la verdad se esconde, en un país que está necesitado de políticos con manos limpias y no de exmandatarios en cárcel o investigados.
Ya pasaron los tiempos en que las instituciones peruanas avalaban y hasta glorificaban a quienes por lo menos debían juzgar. Es claro que antes ocurrieron cosas iguales o peores, pero eso no puede inducirnos a ignorar lo muy malo que pasa ahora.
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