Defendamos la autonomía
La propuesta de crear una entidad que dependa del gobierno para
supervisar a las universidades atenta directamente contra la autonomía
universitaria consagrada en la Constitución. Sobre todo plantea una idea
absolutamente equivocada al querer condicionar la producción de
conocimiento desde la autoridad política.
Agustín Haya de la Torre
Tribuna Libre
Es cierto que las universidades en el
Perú brindan una formación que dista mucho de los niveles
internacionales y por lo mismo la urgente búsqueda de una reorientación
de la enseñanza marca el debate. El diagnóstico nos demuestra que
condicionamientos históricos, como la falta de una sólida cultura
democrática y la reciente colonización del mundo académico por el
mercado, explican la situación.La idea de una solvente comunidad
universitaria nunca agradó a los regímenes autoritarios ni al poder
económico. A lo largo del Siglo XX la intervención, si no la clausura,
fue el signo del repudio a la inteligencia. La exacerbación de
respuestas ideologizadas no ayudó a mejorar el nivel. Menos al
introducir, como hizo el fujimorismo, la idea del lucro en la educación,
cuyos valores e impacto cultural y social, superan largamente a la
ganancia inmediata.Contamos actualmente con casi un centenar de
universidades a las que buscándolas con lupa en los rankings mundiales,
apenas encontramos media docena entre el segundo y tercer millar de la
clasificación. Con suerte, a partir del puesto seiscientos, a veces
aparecen las dos mejores, San Marcos y la Católica.La razón es
clara, nuestra educación superior está pésimamente sustentada y peor
orientada.
Los criterios de las clasificadoras internacionales, que son
entidades privadas o públicas autónomas, de gran prestigio y desligadas
del poder político, se centran en la medición de la investigación y el
conocimiento producidos. Quaqurelli Symonds (QS), The Times, la
universidad Jiao Tong de Shangai, entre las más reconocidas, califican
usando criterios bibliométricos, referidos a los indicadores que miden
la investigación y la creación de conocimiento.
Ello significa que toman
en cuenta el número de libros de sus docentes, los artículos publicados
en revistas indexadas, los premios Nobel o la Medalla Fields recibidos
por sus profesores o egresados, la cantidad de citas que los convierte
en referentes. Se mide el número de publicaciones de calidad subidas a
la red, que a su vez son visitadas internacionalmente en sus respectivas
áreas.
La cibermetría aplicada en serio, constituye un indicador
clave de cara al futuro. Los criterios que quieren imponer desde la
autoridad en el país, no fomentan la investigación y el conocimiento
sino formalidades burocráticas o cuantitativas, que nos seguirán
manteniendo a años luz de la sociedad del conocimiento.
Si bien
la asamblea de rectores peca de burocratismo y no dedica su presupuesto a
la investigación ni privilegia políticas en tal sentido, la alternativa
de la intervención administrativa de funcionarios del gobierno de
turno, es peor.
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