POLITIKA Analista Rojos porque nuestros corazones estaban abiertos por el dolor y el amor profundo por el compañero que se había ido. Y lo que brota de los corazones es absolutamente rojo y es la esencia de la vida. Javier amaba la vida y por eso no quería morir. Y nosotros amábamos a Javier y no queríamos que se fuera. Perdimos la batalla y por eso también estábamos rojos, como decía Hildebrandt, de pura ira, la que produce saber que se van los buenos, los limpios, los necesarios y se quedan los falsos, los mediocres y los bandidos.
La ira de ver desde afuera ese Congreso
donde la “ética”, Sr. Lay, consiste en sancionar a Diez Canseco con
argumentos copiados a Aldo M, y exculpar a Kenji por estar ligado a una
empresa de transporte de cocaína y al roBagua que sigue reinando en el norte chico.Estábamos
rojos porque esa ha sido la bandera universal de la justicia, desde
Espartaco hasta la revolución francesa, la comuna de París y la revolución de octubre, y todos los grandes acontecimientos de la historia de la humanidad. Esa
fue siempre la bandera de Javier. Y por eso, en su nombre, cantamos
ayer a toda voz el Himno de La Internacional, que es el de la unidad de
los trabajadores más allá de las fronteras.
Estando en la fase final de su enfermedad, Javier siguió escribiendo y escogiendo temas que eran como instrucciones para lo que se viene, y el que más lo inquietó fue el de los derechos de los trabajadores, especialmente los de los llamados “regímenes especiales”.
Estando en la fase final de su enfermedad, Javier siguió escribiendo y escogiendo temas que eran como instrucciones para lo que se viene, y el que más lo inquietó fue el de los derechos de los trabajadores, especialmente los de los llamados “regímenes especiales”.
Javier no le daba vueltas: no
hay sociedad del crecimiento y la inclusión, sin derechos laborales y
organización sindical fuerte y representativa. Es decir estaba
recordándonos las fuentes del pensamiento socialista al que siempre
estuvo inscrito.
Javier es consecuencia y no vacilación, gritaba la gente en el centro de Lima.
Y saltaba a la vista que estaban contrastando al hombre valiente que no
se arredraba por una campaña de prensa en su contra y no callaba sus
opiniones cuando estaba ante los entreguistas, los corruptos y los
asesinos del pueblo. Por eso él nunca colgó el polo rojo por el polo
blanco.
Javier nos ha hecho sentir orgullosos porque fue un
hombre excepcional y lo tuvimos muy cerca. Estaba entre nosotros. Ahora
nos toca la enorme responsabilidad de confirmar que esa enorme vida no
fue en vano. Que con su ejemplo los corazones rojos venceremos. Y el
mañana será rojo.
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