César Hildebrandt: “García es un maestro de la coima sin huellas.
Verse ahora como la versión más
feliz de sí mismo no lo exime de tener una visión crítica de la realidad, de la
política, del periodismo. César Hildebrandt es uno de los convencidos de que
Nadine Heredia no podrá postular en 2016, aunque quiera, y asegura que más daño
nos ha hecho la ausencia de partidos, que incluso la corrupción. No sueña con
volver a la televisión, de la que dice vive su peor momento informativo, y más
bien disfruta de trabajar de lleno en su semanario “Hildebrandt en sus trece”,
de estar en la prensa escrita, donde el lenguaje es más auténtico y la
‘audiencia’ más selecta.
Por: Luis García Rojas
-Hace poco falleció el
dictador argentino Rafael Videla. Murió en prisión, sin jamás arrepentirse de
nada. Aquí Alberto Fujimori tampoco se arrepiente de nada, pero exige su
libertad. ¿Perdonarán a Ollanta Humala sus electores, la historia, si lo indulta
ahora?
Videla ha tenido el mérito de
morir en su ley. Ha muerto como lo que es, un fascista sin arrepentimiento y un
jefe de asesinos que creyó que estaba cumpliendo un deber patriótico
exterminando gente. Pero no pidió perdón, ni tampoco estuvo merodeando la figura
de la amnistía, ni del indulto, ni del sobreseimiento, ni de la conmutación de
penas. Murió arrogante, como lo que es. Fujimori añade a sus crímenes la
indignidad de estar rogando y exigiendo un supuesto e imaginario derecho de
indulto que solo en su cabeza lo ha podido construir. Si Humala se lo da,
cometerá una ofensa gravísima a las víctimas, a sí mismo, a sus promesas y al
honor del cargo.
-Una lectura de la salida
de Eda Rivas de Justicia es que ella era un obstáculo para el indulto. Usted,
además, no descarta una alianza de Humala y el fujimorismo. ¿No sería esto un
suicidio político?
Cuando uno olvida sus promesas y
cuando arroja al tacho su propio programa, ya nada sorprende. Cuando uno cruza
la línea de lo que puede ser permitido, nada puede ser excesivo, ni atroz, ni
sorprendente. Me puedo imaginar una alianza, si no inmediata, mediata, entre el
nacionalismo y el fujimorismo, alrededor de tres o cuatro ideas. Yo de Humala no
espero casi nada, no espero nada. Es decir, de Humala espero
todo.
-Mientras todos hablan de
una reelección conyugal, usted descarta la postulación de Nadine. ¿Realmente
cree que no lo hará?
Creo que no podrá, no digo que no
quiera, pero hay demasiadas restricciones formales y políticas que no podrá
vencer. Además, el ejercicio casi pleno de autoridad que hace ahora la va a
fatigar; al 2016 ella va a llegar un poquito cansada de
gobernar.
-Esa idea se ha asentado
en muchos tras el intento de compra de Repsol. Si ella es “el sentido común de
la derecha”, ¿qué sentido común representa Humala?
El del Ejército, probablemente; no
velasquista, sino uno replegado, lleno de culpas, de infamias, lleno de
merecimientos también, pero que ya no es fuente de doctrina ni de ideología.
Humala es el intérprete de una cierta autoridad arbitral dentro del sistema
liberal, que es el papel que le asigna al Ejército. Sus horizontes terminan ahí;
él no tiene otra perspectiva ni personal ni programática. El nacionalismo de
Humala es un cascarón vacío de ideas.
-Si Humala representa eso,
y Nadine no postulará, ¿cuál es el horizonte del nacionalismo
entonces?
Breve. Es un fenómeno episódico y
minúsculo. No hablamos de un partido con fundamentos o que pertenezca a una
organización internacional. Es una anécdota personal que tuvo su apogeo en 2011
al ganar las elecciones, azarosamente, con votos prestados, y terminará en tanto
Humala termine como presencia política. Muere el nacionalismo y se acabó, como
murió el odriismo, el pradismo, todos los ismos y los caudillismos por más que
se disfrazaran. El pierolismo se disfrazó de partido demócrata, el cacerismo de
partido nacional. Pero estamos hablando de caudillos del tamaño de Piérola,
Cáceres, Odría, y ahora hablamos del cositismo; este es el
cositismo.
-¿Ve posible que Alejandro
Toledo pueda ser el candidato aliado del nacionalismo en
2016?
Pero esa es una alianza entre dos
medianías en trance de disolverse. ¿Qué es el partido de Toledo? Él tampoco es
una alternativa. El 2016, pase lo que pase, fuese cual fuese el anecdotario, la
derecha va a ganar. Gana la derecha con candidato propio o con uno prestado que
ofrezca un programa de centro que luego traicionará.
-Steven Levitsky ha dicho
que el ‘Consenso de Lima’, que está más vigente que el de Washington, logró
doblar las intenciones de cambio de Toledo, García y
Humala.
Nada puede evitar que la derecha
gane excepto que la izquierda sea una alternativa que encandile, que entusiasme
al pueblo, y no lo está haciendo. No tienen posibilidad, ni programa, ni
liderazgo, ni modernización; es una izquierda que no se ha aggiornado, que sigue
pensando que en Cuba hay una revolución, cuando en Cuba hay una gran decadencia,
una ruina fotografiable. Con una izquierda así, pensando que la dictadura del
proletariado está encarnada en Cuba, y quizá en Corea, ¿qué
espera?
-¿Y no es posible que
aparezca una alternativa de centro?
Lo que tiende a aparecer es una
izquierda ambientalista, que considera que el problema es planetario, que el
modelo de desarrollo es insostenible, que lo que venden como crecimiento no es
tal, lo que venden como consumo no es felicidad, lo que venden como metas a
seguir no son metas, sino suicidios ecológicos. Esa izquierda está germinando.
Tierra y Libertad es una expresión de eso, todavía en semilla, pero está. Es una
esperanza.
-Hablando de la izquierda,
hace poco murió Javier Diez Canseco. ¿Qué significa su partida para el
país?
La muerte de Javier es un vacío
enorme, es de los irremplazables. Javier no tiene recambio; nadie que pueda
sustituirlo como referente, como figura, con convocatoria personal. La izquierda
ha descuidado mucho sus cuadros, la construcción partidaria o frentista, y buena
parte del funcionariado liberal de hoy se nutre de las filas de exizquierdistas
que han pasado a vivir bien sirviendo al sistema. No olvide quién fue Favre; un
revolucionario, casi extremista, trotskista, apocalíptico, dueño de discurso de
incendio mundial del sistema, y mire dónde está.
-Diez Canseco fue un gran
luchador contra la corrupción. Se le impidió que dirigiera la Megacomisión y
ahora este grupo pide una acusación constitucional contra Alan García, quien
parece asustado. ¿Prosperará?
Si viviéramos en un país decente,
no tengo dudas de que esto se convertiría en un proceso judicial formal, y
eventualmente en la cárcel del señor García, que es donde hace rato debía estar.
Si no hubiese prescripción ni sobreseimiento, tendría que estar en la cárcel.
Espero que ahora haya una reivindicación de la justicia y se pueda convertir en
el proceso que hace rato debió afrontar el señor García.
-Si, como dice, en 30 años
Humala será recordado en medio párrafo en las enciclopedias, ¿García cómo
debería pasar a la historia?
Como el protagonista del segundo
tomo de la corrupción en el Perú. Si se trata de párrafos y libros, ahí está su
papel, tapa y contratapa. Es un maestro inigualable del confort mal habido, del
dinero negro, de la comisión indemostrable, de la coima sin huellas y del saqueo
del erario público. Y que me enjuicie si se atreve.
-Si Nadine no postulará,
García llegará al 2016 manchado por las investigaciones, Toledo sigue en el lío
de las propiedades de su suegra, Keiko perdida con el indulto, y la izquierda no
existe, ¿no es el escenario perfecto para algún outsider, un
Antauro?
¿Pero qué es un outsider en Perú?
Fujimori, Kuczynski, Humala lo eran… En realidad en la política peruana tan
destruida, sin partidos, o con estos tan corrompidos, ya todos son outsiders,
transeúntes, repentistas. Que pueda aparecer cualquiera, ajeno, sí, pero sería
lo mismo. Mientras el electorado tenga esa resignación, de aceptar los
contrabandos, que un candidato incumpla su programa, que la derecha gobierne
ganando o perdiendo, estos desarrollos electorales o jornadas cívicas serán
rituales. Seguiremos en lo mismo al margen de quien gane. La política peruana es
una fiesta de carnaval veneciano, con máscaras, donde nadie sabe quién es quién,
con promiscuidad, donde la señora sale encinta y no sabe de
quién.
-¿Qué ha hecho más daño a
la política, la corrupción o este constante
transfuguismo?
La destrucción de la vida
partidaria. El Apra es un club de amigos de Alan, el Partido Comunista es un
cascarón vacío, el Partido Socialista ya vemos, la democracia cristiana dejó de
existir y dio paso al PPC, que es un club aristocrático nacional con ciertas
pretensiones, y los demás son ismos de bolsillo. En un mundo sin partidos, la
posibilidad del figuretismo frívolo, de la anomia, y de lo anético, es una gran
posibilidad. Chile tiene aun en eso la ventaja de haber conservado partidos, y
Colombia. Ecuador es un caso especial, donde Corea sustituye al partido, con su
personalidad que genera ilusión. Evo es otro caudillo que no necesita de
partidos. Pero son casos atípicos. En Perú no hay ni uno ni lo otro. El drama
del pueblo es que está irrepresentado. La franquicia pueblo no está
representada.
“Fujimori añade a sus crímenes
la indignidad de estar rogando y exigiendo un supuesto e imaginario derecho de
indulto que solo en su cabeza lo ha podido construir”
“Yo de Humala no espero casi
nada, no espero nada. Es decir, de Humala espero todo”
“Nadine, al 2016, va a llegar
un poquito cansada de gobernar”
“Soy la versión más feliz de mí
mismo en estos momentos”
-Usted ha dicho que a la
prensa, al periodismo, le falta o ha perdido capacidad de indignación. ¿Cómo ve
al periodismo peruano en tiempos de esta aparente democracia, del piloto
automático?
Hay dos miradas. En la prensa
escrita la hegemonía de la derecha es clarísima, aunque legítima, pues la
izquierda no puede construir medios. La otra es la radio y la televisión. Creo
que es el peor momento de la televisión informativa del Perú. Esto comenzó
cuando la derecha se dio cuenta de que no podía dar concesiones. Y ha terminado
con esta monotonía, esta cacofonía editorial que es la televisión. Todo está
bien siempre que esté dentro del sistema. Ningún cuestionamiento esencial,
ningún debate sobre cosas de verdad importantes. Se puede atacar a ministros,
pero no al sistema. Eso produce esta grisura unánime de la
televisión.
-¿Y la
radio?
La radio es patética; solo hay una
y está en manos de Alan, porque dos de sus mayores locutores son empleados suyos
y porque él trató bien a esa emisora en su segundo periodo. No pretende informar
sino adoctrinar. Son medios masivos. La prensa escrita es lo exquisito. Pero la
gente forma opinión con la televisión y la radio. Soy de prensa escrita pero
reconozco mis limitaciones.
-Pero usted ha hecho
televisión mucho tiempo.
Sí, y me botaron por eso. Yo fui
el último de los entrometidos, topos, detectado a tiempo y arrojado de la
televisión.
-¿Sigue sin extrañarla un
poco?
Ahora menos que nunca. No la
extraño nada.
-¿Aun si le ofrecieran un
espacio libre?
Si tuviera que descuidar el
semanario, no lo haría. Ni siquiera lo pensaría. No quisiera ser, además, la
cuartada para que se dijera que hay libertad de expresión. “Ahí está
Hildebrandt”, como alguna vez dijeron. No quisiera volver a ser esa
coartada.
-¿Sigue pensando sacar un
libro sobre su paso por la televisión?
Lo he parado porque el semanario
es una dulce esclavitud. No hago sino leer y trabajar en el semanario. La mitad
del tiempo leo, y la mitad trabajo. No sé si lo terminaré.
-Y con la televisión, ¿ha
tenido una relación de amor y odio, o más odio que
amor?
La televisión me enamoró, yo nunca
sentí por ella amor. Tuve una relación pragmática; sabía de su cobertura, de su
poderío, lo que se podía hacer y me interesaba. Pero nunca me enamoré en el
sentido que nunca me creí el hombre poderoso, ni el constructor de opiniones, ni
el corrector de defectos, ni nada de lo que decían. Nunca me la creí. Siempre
supe que era fugaz e ilusoria. Entonces, cuando me fui, no me suicidé ni
deprimí. Cuando me fui echado, además. La televisión tiene un mérito, la
intensidad, la inmediatez y su influencia. Pero tiene un demérito peligrosísimo:
exige un nivel elemental del lenguaje y contenido. A uno lo apagan si quiere ser
fino. La televisión exige lenguajes primarios, guiones muy precocidos. Uno
termina con el léxico lesionado, elemental.
-¿Guarda rencor a
alguien?
No, no tengo tiempo de rencores.
El rencor destruye al que lo siente, no al destinatario. No he tenido tiempo de
sentir rencor, y creo que tampoco debería haberlo sentido. He librado batallas,
ganado algunas, perdido otras, he sido combatiente crónico, he tenido
encontronazos y muchos afectos y filiaciones. Así que para mí el saldo es
magnífico. No recuerdo nada que me avergüence y nada que me haya lesionado. He
seguido mi camino modestamente, obstinadamente, y nadie puede decir que me
compró o alquiló. Y ahora podría decir ni que me melló. De todas las guerras y
heridas, estoy aquí, más o menos ileso, con el mismo entusiasmo de hace 40 años.
Me siento con la misma energía. Y no tomo nada, solo
decisiones.
-En 2011 decía que
“Hildebrandt en sus trece” es una satisfacción porque se puede dar el lujo de
escribir lo que le dé la gana sin depender de la publicidad. ¿Es a lo que se
debe aspirar?
No creo que nadie que escribe en
prensa no sueñe con tener el medio donde no le deba a nadie, que pueda ejercer
la libertad con las restricciones de la responsabilidad. Cuando digo que escribo
lo que me da la gana, no es lo que me nazca del forro o de la ira o de un mal
momento, sino lo que razonablemente pueda decir con respaldo
documental.
-Ahora que está casado con
Rebeca, ¿siguen durmiendo en casas separadas?
Es un arreglo a lo Woody Allen;
ella vive al frente, cruzamos y nos encontramos. En realidad vivimos juntos,
pero en departamentos separados, porque cada uno requiere de espacios y
eventuales soledades, aislamientos, que mutuamente respetamos. Es una buena
solución. Somos dos personalidades fuertes y a veces estas pequeñas lejanías nos
hacen bien. Cuando estamos juntos somos absolutamente felices.
-Entonces se define como
una persona feliz.
No tengo dudas. Soy una persona
feliz y creo que soy la versión más feliz de mí mismo en estos momentos. Al
final, la felicidad es una suerte de sabiduría adquirida, la pasión excesiva no
necesariamente trae felicidad. Y con los años uno puede priorizar de una manera
un poco más prudente lo que vale la pena. Y lo que tengo ahora es eso, lo que
vale la pena.
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