Los sicarios de la educación tienen agentes en el Congreso, son los parlamentarios del Apra y el fujimorismo que quieren traerse abajo la nueva Ley Universitaria...
Por Carlos Trelles
Los sicarios de la educación tienen agentes en el Congreso, son los parlamentarios del Apra y el fujimorismo que quieren traerse abajo la nueva Ley Universitaria, para que sus “representados” puedan seguir lucrando con tantas familias que invierten en la profesionalización de sus hijos para luego verlos sin trabajo.
Los sicarios de la educación tienen una angurria que no les cabe en el estómago, porque además de haberse enriquecido con el libertinaje que generó Alberto Fujimori en los noventa (para dar más cobertura universitaria), ahora boicotean la legítima y legal voluntad del Estado de garantizar mínimos de calidad académica que nos permitan aspirar al desarrollo.
Los sicarios de la educación son empresarios retorcidos, a quienes les parece ingenuo creer que los emprendedores del Perú lo único que buscan es la posibilidad de crecer con estudios y sacrificios, a través de instituciones académicas que les demanden esfuerzos económicos y personales a cambio de progreso.
Los sicarios de la educación alegan que la nueva Ley Universitaria afecta la autonomía política de las universidades, lo que no solamente es falso, sino también poco relevante en un contexto nacional en el que la prioridad natural es garantizar educación de calidad.
Los sicarios de la educación tienen largos tentáculos, por eso al ministro Jaime Saavedra le han ubicado a un lamentable corrupto en su entorno. Los sicarios saben que, a veces, la sola decisión administrativa influye y que, cuando esto ocurre, el honesto traicionado no siempre puede acusar ni despedir para salvar su honor con justicia, sino sólo aceptar renuncias.
Los sicarios de la educación van a descabezar al gremio de reformistas del Minedu, pero no pueden ni podrán con el espíritu regulatorio y autónomo de la Ley Universitaria, porque todos los estudiantes la están defendiendo, y aquí se sabe –desde la experiencia de la ley pulpín– que no faltará gente que saldrá a las calles a poner las cosas en orden.
Así como los sicarios inventan formas vedadas de cercar a los buenos, los estudiantes y progresistas tienen mucha información y formas de organizarse a través de las redes sociales, y sobre todo la energía aglutinadora de la buena fe. Los sicarios de la educación y sus oscuros “representantes” no pasarán, la calle los vigila.
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