¡¡ DÉJENNOS DESCANSAR!!
El poblado atravesaba un periodo de lenta
transición hacia el progreso; por ello, la vida no tenía
muchas novedades, los que se presentaban
tenían difusión como en reguero
de pólvora llegando a ser la comidilla de todos
cuantos tenían o no interés en el rumor: ¿sabías que los estudiantes ya
tienen vacaciones? ¿Qué harán ahora esos vagos?... Fregarán en las calles…
¿sabías que bzzzbzzzmmmmmmm?; Y etc. Y todos
los del humano rumor chismográfico.
Se había,
precisamente, iniciado el periodo de vacaciones de fin del año escolar con los
consiguientes festejos y despedidas. Grupos de jóvenes viajaban a sus lugares de origen mientas
otros llegaban provenientes de la capital del departamento o simplemente de otras
provincias. Las despedidas y los encuentros tenían todo el grado de emotividad
y efusión. Grupos bullangueros de amigos paseaban por las calles, especialmente
en horas de la tarde y de la noche; cada quien tenían muchas cosas de qué contar: ‘’oye, la tal fulana parece que le
está cuerneando al pobre…’’; y ‘’creo que mengano está tan templado como cuerda de arpa de la ojitos
lindos, que sólo falta que le coloquen un foco en sus orejas, ya que le hace competencia
al foco de alumbrado de la casa vecina;…’’ y… ‘’qué podemos decir de ti, otro
camote de la Hermelinda linda, ja,ja,ja…’’ ‘’ ¡suave compadre, sin
cochinear…’’!
Los temas de
conversación variaban en contenido, aunque giraban en cierto modo con
frecuencia en torno a las consabidas dulcineas del Toboso. La mayoría de los
grupos, luego de darse unas vueltas por la Plaza de Armas y las calles
aledañas, acostumbraban a calmar su sed
con unos vasos de chicha, en lugares que de por sí tenían fama, tanto por la buena chicha como por la
bondad de los dueños, quienes para tener mayor cantidad de consumidores
servían un ‘’picante’’ de cortesía,
especialmente a los más constantes. Los picantes más comunes eran los ajiacos
de habas, de ollucos, papas sancochadas con llatán, mote con phuspu (maíz
sancochados con habas), etc. A ello se
sumaban el tan ameno juego del sapo, para lo cual los parroquianos se
organizaban en equipos y con hacerse
acreedores al premio, que generalmente
consistía en sendos caporales de chicha.
Habían varias
chicherías con clientela propia; así por
ejemplo donde Alcázar, que religiosamente invitaba, de entrada ‘’papawayk’u’’
(papas sancochadas con ají molido), la
chicha era muy buena y presto se agotaba.
Donde el ‘’Chusa’’
un hombre de baja estatura y de monumental
barriga, ahí invitaban mote con phuspu y ensalada de rocoto con los
parroquianos.
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